Amargas realidades forenses

Amargas realidades forenses

El evangelio según San Juan contiene en el versículo 32 del capítulo ocho la siguiente frase de Jesús: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Esa gran verdad es con frecuencia dolorosa, molestosa, vergonzante, agobiante,  desacreditadora y hasta burlona.

Sin embargo, ella es una valiosa fuente de conocimiento ya que conociéndola uno puede elaborar planes concretos que a su vez ayudan a prevenir muchos males evitables.

La vida es todo un proceso desde la concepción hasta la muerte. El fenómeno causa y efecto están presentes de una manera continua en la evolución y desarrollo de cada especie viviente incluida  la humana.

El papel del patólogo forense incluye el rodaje en reversa de la película Muerte y vida. Arrancamos desde el estudio cadavérico, observando y registrando cada una de las alteraciones presentes en el cuerpo inerte.

Allí descansan las evidencias del porqué se detuvo el reloj de la vida. Luego se organizan todas las piezas y estructuras afectadas, a fin de ubicar en el tiempo la secuencia de las fallas orgánicas que condujeron al deceso de la persona.  Así, vamos dándonos cuenta de cómo se sucedieron los hechos, a la vez que planteamos de un modo crítico las medidas que pudieron haberse adoptado oportunamente para evitar el fatal desenlace.

No tiene sentido realizar las miles de autopsias si los resultados de esas investigaciones no sirven para retroalimentar a la sociedad donde descansan los factores causales responsables de las muertes analizadas.

Con gran pesar para nosotros las estadísticas forenses revelan que el año 2010 se proyecta como el peor de la presente década.

Nunca habíamos registrado tantas muertes violentas, ni tantas naturales evitables.

El cuerpo social dominicano viene mostrando un deterioro en la calidad y en la duración de la vida.

Hay, sin embargo, un sesgo importante en los fallecimientos; el grueso de los muertos lo ponen los pobres, los faltos de educación, los jóvenes desempleados y las personas socialmente desconectadas de los servicios básicos.

En el año 2009 y los anteriores teníamos que un considerable número de homicidios eran el resultado de “intercambios de disparos con agentes policiales”.

En lo que va de 2010 notamos que muchas defunciones violentas se reportan como: “herido por desconocidos en circunstancias no esclarecidas”. Usualmente esas investigaciones judiciales terminan en un punto muerto o callejón sin salida. Se entierra a la víctima y si te he visto no me acuerdo.

Madres jóvenes e infantes terminan en la tumba sin que sus prematuros y evitables fallecimientos retroalimenten positivamente a las potenciales víctimas que esperan su turno fatal.

Son muchos los factores implicados en esa cadena mortal, triste es aceptar que gran parte de esos componentes pudieran corregirse o eliminarse salvando de esa forma a miles de niños y mujeres embarazadas o parturientas.

Tenemos mucho espacio para mejorar y alargar la vida en la República Dominicana. Estamos a tiempo de reforzar y de renovar nuestros planes de contingencia a favor del bienestar colectivo amplio.

Tenemos que cambiar el rumbo que llevan estas molestosas estadísticas. O cambiamos voluntariamente, o las circunstancias nos harán cambiar. De lo contrario, nos cambiarán.

Conocer estas verdades nos da la libertad de escogencia, ignorarlas sería un suicidio.

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