¡AMAYA SALAZAR: entre el exito & la ruptura!

¡AMAYA SALAZAR: entre el exito & la ruptura!

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Amaya Salazar. Descanso. Resina policromada, 10 x 20 x 18 pulgadas, 2013

En las esculturas recientes de Amaya Salazar, la memoria química y emotiva del óleo, traspasa los medios de la terracota, la fibra sintética y el metal. Los juegos de redes, líneas, formas, planos y vacíos, operan como fuentes luminosas y resultan clave al igual que en su obra pictórica.

Obra implicatoria de un desbordamiento estilístico que imposibilita su definición como figurativa o abstracta y que resulta tan moderna cómo contemporánea, pues se sostiene en una tradición estética, dialéctica y ética que intuye, revela y celebra la imaginación creadora como territorio especular de confluencia entre lo natural, lo humano, lo espiritual y lo enigmático…

La remarcable presencia de la mujer en el arte contemporáneo a nivel global se debe, entre otras causalidades, al radiante itinerario creador de artistas europeas y americanas del siglo XX que devienen axiomáticas, así como a los movimientos artísticos feministas de pensamiento crítico que emergieron en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo y que reasumieron creadoras contemporáneas esenciales como Yayoi Kusama (1929); Esther Ferrer (1937); Ana Mendieta (1948-1985); Barbara Kruger (1945); Marina Abramovic (1946); Mona Hatoum (1952) y Cindy Sherman (1954).

En Santo Domingo, una mirada despejada al trayecto productivo de una serie de creadoras activas y de alto perfil a nivel local e internacional como Ada Balcácer (1930); Elsa Núñez (1943); Rosa Tavárez (1939); Rosa Idalia García (1944); Amaya Salazar (1951); Inés Tolentino (1963)y Luz Severino (1962), nos llevará a calibrar la vitalidad y el potencial transcendente que adquieren nuestras raíces culturales y la misma participación de la mujer en el proceso expresivo del ser y/o el no ser dominicanos a través del arte y la educación artística.

Se podría sostener sin dudas que ahora mismo, Ada Balcácer, Elsa Núñez, Rosa Tavárez y Amaya Salazar integran la cuarteta de pintoras dominicanas más notables y mejor valoradas a nivel internacional. Precisamente, durante una visita reciente a su taller junto a su sobrina y representante Bingene Armenteros, hemos dialogado sobre la intensa travesía formativa y productiva que le ha permitido a Amaya Salazar su progresiva escalada en la sensibilidad y el gusto de los más exigentes coleccionistasdel arte dominicano y latinoamericano, así como sobre el radical proceso transformador que experimenta su obra en la última década.

Una cualidad altamente distintiva de la personalidad artística de Amaya Salazar es su concentración en su taller. Espacio amplio y transparente. Espacio sencillo, sofisticado y elocuente. Espacio impregnado de historias, procesos y memorias personales. Recinto magnético y saturado de emociones, pruebas, bocetos, maquetas y hallazgos estéticos formidables.

Auténtico espacio de poder y consagración de una artista madura, completa y excepcional que logra expresarse con rigurosidad, inteligencia y magistral honestidad de oficio a través del dibujo, la pintura y la escultura.

La mujer o más bien la energía femenina se torna elemento clave y hasta seña de identidad de la propuesta estética de Amaya Salazar.

Ensu universo simbólico, la mujer ocupa un espacio absoluto como representación de la duplicidad creadora naturaleza y maternidad. En este exuberante, místico y luminoso universo, la mujer emerge y persiste derrostrada y multiplicada como alegoría totalizante de la madre, la hija, la hermana, la pareja y la amiga confidente; como presencia, ausencia, celaje, premonición, fuga y sueño de mágicos follajes y palmeras.

La pintura es el eje conductor de la praxis vital y creacional de Amaya Salazar. Ella estructura y transfigura el espacio pictóricocomo una sensible trama de formas, planos, modulaciones matéricas y destellos cromáticos que muta, transmuta y prolifera como especie de calidoscópico y fascinante territorios de tonalidades y volatilizaciones cálidas, sutiles, frescas y contrastantes.

Además de la mujer, la naturaleza y la flora del Caribe; las palmeras; los troncos de bambú y las matas de plátano, vitalizan los escenarios de sus composiciones, tornándose elementos intrínsecos y primordiales de su gramática pictórica.

La levedad de su paleta ha sido la clave de su éxito rotundo en el mercado local e internacional.

Aunque en su producción pictórica predominen obras en las cuales Amaya Salazar logra plasmar con gracia inevitable escenas e instantes plenos de vestigios, anhelos y sentimientos íntimos, también encontramos obras mayores de conmovedora fuerza expresiva y atmosferas eclipsadas.

Asimismo, en su dicción plástica y en un notable extracto de su obra pictórica, el hilo entre figuración y abstracción se disuelve de manera espectacular.

Desde luego, el acierto de Amaya Salazar con su inteligente y atractiva obra pictórica no ha implicado una confortable resignación ni mucho menos un anquilosamiento creativo, al contrario, y tal como lo demuestra su capacidad de librarse de las añagazas del mercado y el gusto dominante del contexto inmediato, su producción de las últimas dos décadas es evidencia cristalina de una lúcida y admirable volición renovadora que prospera de manera esplendorosa sin tener que abandonar jamás su distintiva temática femenina.

Entonces, saltando sobre sus propios logros y sobre sus propias certezas estéticas, Amaya Salazar asume y desarrolla un proceso de experimentación que la lleva a hacia sus más recientes esculturas en fibra sintética policromada.

Se trata de unas láminas huecas y colgantes que implican una verdadera etapa de ruptura en su trayectoria, aunque persistiendo siempre fiel a sí misma ya que en estas reacciones la consagrada artista dominicana no hace más que seguir plasmando y recreandosu particular y especializado universo de formas, cuerpos, oquedades, presencias, ausencias y celajes especulares a través de unos juegos de líneas, luces, sombras, superficies y matices cromáticos tan estéticamente efusivos como efectivos.

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