Ambiciones que destruyen un país o un partido

Ambiciones que destruyen  un país o un partido

Los dominicanos estamos siendo espectadores de una sorda y agresiva lucha política a lo interno del partido oficial como nunca se había visto en el seno de un partido mayoritario; antes, tales enfrentamientos eran comunes en las agrupaciones políticas de izquierda, que se destripaban por sostener la supremacía de un liderazgo o de ideologías acomodadas al ego de los protagonistas.

Fue una cuestión de pocos meses, después del 16 de agosto del 2012, cuando comenzaron a surgir los aprestos reeleccionistas entre los principales colaboradores del presidente Medina, que registró un increíble y admirable porcentaje de aprobación de su gestión y que todavía se mantiene, lo cual ha estimulado un movimiento para lograr que los legisladores aprueben una modificación de la Constitución actual por un solo período más, de manera que el país demuestre su aprobación a la gestión de Medina, que ha roto todos los esquemas dominicanos de los presidentes, por lo que el país está sorprendido de tal aceptación a un político que siempre luce tímido y hasta con miedo de hablar para no ofender.

Los peledeístas no quieren salir del poder, y en su íntima convicción están conscientes que tan solo con el presidente Medina asegurarían su prolongación en el poder, y más ahora que un novel partido de la oposición, pero de mañas viejas, eligió en su convención del pasado día 26 un candidato presidencial que es una figura fresca sin tachas, que por la reacción popular fue señal de una escogencia muy atinada para ser una opción de poder frente a un PLD ahíto de riquezas, pero temeroso de perder ese disfrute que los ha llevado a formar una poderosa corporación político económica de cuantiosos recursos.

A finales del 2012, no se vislumbraba con definición el proyecto de reelección, el cual tomó fuerzas en el 2013 al ver el elevado grado de aceptación de la gestión de Medina, lo cual obligó al presidente del partido a acelerar los vientos que creía soplaban a su favor, precipitándose en presentar sus aspiraciones, pese a un primer tropiezo cuando perdió la mayoría en el Comité Político (CP) y más luego con las declaraciones de un capo de las drogas. La mayoría del presidente Medina en el CP se impuso el pasado día 19 en esa reunión de Juan Dolio, para que un mandato del CP a los legisladores de someter la convocatoria que establecía un llamado a que la Asamblea Nacional modificara la Constitución para introducir el artículo que revocara la no reelección consignada en la Carta Magna vigente y permitiera una reelección más.

Esa decisión del CP desató los frenos del presidente del partido que vio peligrar su postulación para regresar al poder, de inmediato, y en franca rebelión, azuzó a sus legisladores para que se opusieran a tal propósito de la reelección. Así mismo, desde entonces la abultada nómina de periodistas fieles al presidente del partido por todas las canonjías y beneficios colaterales que recibieron durante ocho años de la gestión anterior de los peledeístas, sostienen una poderosa campaña en contra de la reelección, que son los propósitos de los fieles colaboradores del presidente Medina, quien en una hábil estrategia parece no darse por enterado de tales aprestos para mantenerse en el poder por cuatro años más, como es el deseo de una mayoría de la ciudadanía, en particular la masa silente.

Muchos hablan que se impone una negociación para un acuerdo de gobernanza entre los dos líderes del partido, para llegar a un entendimiento, del cual, si tal cosa se lograra, sería para sacrificar al país para que los legisladores rebeldes accedan a aprobar la modificación constitucional a cambio de asegurarle sus curules y otros beneficios colaterales que nunca los rechazan.

El pueblo, que creyó en la buena fe del presidente Medina, se sentiría muy disgustado y desilusionado, el ver que, en una nueva administración, si logra pasar la reelección se modificaría para ver si realmente vendrían vientos refrescantes de una honestidad y transparencia en el manejo de la cosa pública, pero que no se persista en continuar con la aberrante práctica de la corrupción que todavía es parte del sistema de un partido, que en varios de sus estamentos, ya no recuerda el pensamiento del profesor Juan Bosch.

 

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