Amenaza de Pekín

Amenaza de Pekín

POR UBI RIVAS
En conmemoración del 77 aniversario de la fundación por Mao Tse-tung del Ejército Rojo, el primero del presente mes de agosto, el jefe de Defensa de la República Popular China, Cao Gang-chuan, pronunció un amenazante y nervioso discurso en el cual prometió «aplastar cualquier intento de independencia de Taiwán», la República Nacionalista forjada por el generalísimo Chiang Kai-shek, cuando fue obligado a huir del territorio continental en 1949 ante el ímpetu indetenible de las hordas comunistas.

Teniendo como escenario el Gran Palacio del Pueblo en la Ciudad Prohibida, Cao fue enfático, precisando: «No podrá haber paz ni estabilidad si Taiwán se empeña en buscar la independencia».

La independencia en sí es un hecho desde que Chiang proclamara la República Nacionalista China, adjunto a su ingreso a la isla que los portugueses al descubrirla en 1583, denominaron Formosa, Hermosa, por la belleza de su entorno, que aún conserva intacto, conforme a comprobación personal del suscrito en 1995, cuando visité Taipei.

Ahora el presidente Che Shi-bien lo que insiste es en la reiteración de una añeja proclama de por sí un hecho diplomático reconocido por 23 países, uno de los primeros, el nuestro, bajo la tiranía del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo, en el mismo año 1949 en que Chian requirió del respaldo de sus aliados en el mundo y lo obtuvo hasta 1971 en que el presidente Richard Nixon, con la Diplomacia del Ping-pong, abandonó a Chiang y retornó el respaldo a Pekín.

El dos del presente mes, el presidente chino (continental) Hu Jin-tao, se comunicó por la vía telefónica con su par estadounidense George Bush jr, haciéndole saber su absoluta contrariedad y/o oposición a que Washington vendiera a Taipei antimisiles Patriot, submarinos sofisticados y cazas F-16.

Hu sabe muy cerciorado, de que por más armas que Washington ceda a Taipei son insuficientes para en caso de un conflicto, pues ser tomado en la mínima consideración por el apabullante parque militar de Pekín, que arrasaría a la isla en cuestión de un par de horas a lo sumo, pero también Hu entiende, aunque lo omita, que el trasiego armamentista de Washington a Taipei es parte del armazón definido en el Complejo militar-industrial, una de las tres pirámides de poder de Estados Unidos, que completan el Congreso y por último, el presidente.

De todas maneras, es el deber ineludible de Hu, así como todos los que le antecedieron, de decir presente, afirmar la soberanía continental de lo que ellos definen «la provincia rebelde de ultramar», y algunos otros como el profesor Jesús de la Rosa «chinitos provocadores», propiciar el reintegro, eliminar los roces del Estrecho de Formosa y alejar para siempre el rol de cancerbero y protector de los intereses norteamericanos en Taiwán de la Séptima Flota estadounidense, que como un réferi de boxeo, separa con anticipación un posible combate entre los dos hermanos isleños y continentales.

Por su parte, el presidente taiwanés acicala un referéndum para que sus gobernados decidan en esa consulta pública para 2006, si prefieren reiterar la independencia, o retornar la isla al fuero pequinés, a lo que Hu se opone, porque, a su entender, aumentaría las tensiones y acercaría el conflicto que en realidad, ni uno ni otro ni sobre todo USA, desea, por la magnitud de las inversiones de empresarios suyos en Taiwán.

Resulta que en 2008 el calendario olímpico fija en la Ciudad Prohibida la celebración de las olimpíadas que este año se realizarán este mes en Atenas, la ciudad de los dioses olímpicos de donde surgieron las competencias en la Era de Oro de Pericles El Magnífico hace 2,500 años, y Pekín debe proceder con cautela para que el magno evento deportivo planetario no se le agüe.

De todas maneras, todos pueden apostar a ganar que la sangre nunca llegará al río y que la fusión vendrá luego de 2008. Anótenlo para la historia.

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