Amenaza sanitaria

Amenaza sanitaria

La República Dominicana tiene problemas muy serios en materia de salud pública.

Las patologías gastrointestinales se han multiplicado en número y tipos de padecimientos.

Hay abundancia de problemas hepáticos y de amebiasis, entre otras enfermedades.

Se estima que la multiplicación de estas enfermedades está asociada con los hábitos alimenticios de la población.

Cada vez más la gente depende de alimentos manipulados de manera inadecuada, elaborados sin la observación de reglas sanitarias elementales.

Y cada vez hay menos supervisión de los patrones sanitarios  en el procesamiento masivo de alimentos, sea en restaurantes y fondas o en freidurías y tarantines.

—II—

De la misma manera que han crecido en número los centros de venta de «comida chatarra» se ha multiplicado la venta de agua potable a granel.

En este caso particular, es probable que el agua de esos pequeños camiones tanques que andan por los barrios haya llegado  libre de impurezas a los tanques, pero inevitablemente se contamina por la forma de despacho y manipulación de los botellones.

En las calles, y sobre todo en las inmediaciones de centros laborales a los que acude mucha gente, las freidurías y los vendedores de jugos, frío-frío y otras bebidas refrescantes se han convertido en multiplicadores de enfermedades gastrointestinales.

Cada día hay más de estos negocios y cada vez es menos la vigilancia de la higiene en la manipulación de alimentos y bebidas.

Lo que por un lado parece ser una ayuda para las personas que trabajan y no tienen tiempo de almorzar en sus hogares, tiene en el reverso una amenaza muy seria para la salud de los consumidores.

—III—

Otro ingrediente que contribuye al problema sanitario que nos ocupa tiene dos vertientes muy graves.

Por un lado está la automedicación, que constituye uno de los vicios más peligrosos en países como el nuestro, donde cada uno se siente facultado para recetar remedios al prójimo.

Del otro lado está el desparpajo en la venta de medicamentos en las calles, por parte de personas sin ninguna preparación, pero que también esgrimen el recetario para «aliviar» los padecimientos del parroquiano incauto.

Sería difícil llevar un registro de esto multiplicadores de enfermedades y su incidencia en la salud del pueblo dominicano, pero no sería una equivocación afirmar que esa incidencia es realmente alarmante. Son males que se agravan en la medida en que cada vez más personas van a parar en brazos de la economía informal, desde la cual ofertan lo que sea con tal de ganar el sustento de la familia, sin medir consecuencias.

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