Amenazan manglares y bosques en Isla Catalina

Amenazan manglares y bosques en Isla Catalina

POR DOMINGO ABREU COLLADO
La competencia por espacios para actividades turísticas en la Isla Catalina están poniendo en peligro áreas de manglares y de bosques que nunca habían sido tocados. Pero además, se trata de manglares y bosques que se encuentran en situación de fragilidad por la pequeñez de la Isla y por las condiciones de “bombardeo” de contaminantes provenientes de las zonas industriales y de las zonas de población de La Romana.

Aunque la Subsecretaría de Areas Protegidas ha establecido claramente los espacios que pueden ser utilizados para las actividades turísticas tradicionales en la Isla Catalina -que es un Monumento Natural- una empresa que maneja grupos turísticos en la Isla tiene la intención de utilizar zonas de manglares para su transformación en playas, previa la eliminación del manglar.

Igualmente la empresa pretende expandir “su territorio” isla adentro eliminando zonas de bosques que anteriormente no habían sido tocados para ningún propósito y que pertenecen a la vegetación originaria de la Isla Catalina, declarada ésta como Monumento Natural tanto en la Ley General sobre Medio Ambiente como en la Ley de Áreas Protegidas.

La empresa, que también ha incursionado en el manejo de cuevas para llevar turistas, ocasionó serios destrozos en la “Cueva de la Iglesia”, localizada en el batey Los Arados, con el objetivo de facilitar su uso turístico, prescindiendo de asesoría o alguna asistencia técnica que hubiera evitado los daños ocasionados en esta cavidad..

No se conoce que esa empresa  tenga algún “poder” político más allá de sus posibilidades económicas como operadora de grupos turísticos. Sin embargo, personas que trabajan en la Isla Catalina (y que no quieren perder sus empleos), enteradas de las intenciones  se acercaron a organizaciones representantes de la provincia La Romana ante la Asamblea Nacional Ambiental (en formación) para denunciar el peligro en que se encuentran las zonas de manglares y de bosques de la Isla.

Prácticamente todo el manglar de la costa este del país ha sido eliminado con los mismos propósitos: la construcción de playas y la desecación de humedales, tanto para la construcción de instalaciones hoteleras como para anular la proliferación de insectos. No obstante, estas prácticas han resultado en mayores daños en materia ecológica que los beneficios que puedan haber reportado esas instalaciones, puesto que al desaparecer los manglares ha ido desapareciendo la mayor parte de la fauna marina de la costa este, principalmente aquellos productos comerciables: peces, crustáceos y moluscos, empobreciéndose sensiblemente el arrecife de coral.

¿Será el turismo una amenaza permanente?

El ejemplo de Isla Catalina nos llama la atención hacia esta interrogante: ¿Se mantendrá el turismo como una amenaza permanente o alguna vez lo tendremos como aliado de la conservación de los recursos?

Los recursos naturales – y en el caso actual dominicano, los recursos marinos costeros-, son la base del sostenimiento, desarrollo y futuro del turismo de playa, que es en estos momentos el de mayor promoción en el exterior. Pero eso parecen no entenderlo inversionistas y touroperadores.

Algo similar ocurría en la ecorregión del arrecife mesoamericano, donde el turismo se convirtió en una de las industrias de más alto crecimiento, en especial los segmentos de cruceros, sol y playa, buceo, avistamiento de especies y pesca deportiva. Ese crecimiento generó importantes ingresos a las economías de países como Belice, Honduras y México, aunque por la falta de planificación, la actividad turística se ha convertido en una de las principales amenazas a los ecosistemas marinos.

En parajes como Cancún (México), los megacomplejos hoteleros, casas de turistas, el buceo y los paseos por el arrecife, entre otras cosas, ponen en peligro la vida marítima ecorregional, no tan sólo de un país.

El turismo es el sector con mayor y más rápido crecimiento económico en todo el mundo. Los impactos positivos y negativos que general en el ambiente, la cultura, la sociedad y la economía son analizados por organizaciones como la World Wildlife Fund (WWF), la organización mundial de conservación, para promover mejoras en los países de Mesoamérica y el Caribe, de la mano con socios locales, organismos internacionales, universidades e institutos de investigación. Pero si los empresarios turísticos y los gobiernos no colaboran, es muy poco –prácticamente nada- lo que se puede hacer para conservar el recurso.

Hay que impedir la destrucción de los

El manglar es un bioma intermareal considerado el segundo más importante del planeta, después del arrecife de coral. Es característico de las costas tropicales, por eso lo  teníamos en tanta profusión a lo largo de la costa este.

Regularmente, los manglares crecen en pequeñas bahías protegidas, lagunas imperturbables, desembocaduras de los ríos tranquilos y zonas costeras poco perturbadas, donde proliferan soportando diferentes grados de exposición a la desecación y de salinidad del agua.

La característica más visible del manglar es su enmarañada proliferación radical, parecidos a miles de zancos sobre los que se erigen los árboles, los que pueden llegar a medir hasta diez metros de altura sobre el nivel de las aguas. Las ramificaciones de estas raíces (zancos) crecen verticalmente a partir del cieno y, en forma independiente de las mareas, captan oxígeno continuamente, además de retener eficazmente el cieno. Las hojas que caen constituyen la base de un conjunto de cadenas tróficas altamente productivas, pues son el alimento de grandes poblaciones de cangrejos, camarones, larvas de insectos, gusanos y moluscos, que a su vez, son presa fácil de pequeños mamíferos que constituyen el sustento de peces y otros organismos que viven a poca distancia de la costa.

El manglar –protegido en todo el planeta por la Convención Ramsar- es, por consiguiente, un sistema exportador de materia orgánica que es encauzada hacia el mar, en donde es relativamente escasa, y por tanto, un criadero de peces de gran importancia ecológica y económica.

La fragilidad del arrecife de coral

Un arrecife muerto no es atractivo para ningún tipo de turismo. Muchas actividades fuera del arrecife están atentando contra su existencia: la voladura de arrecifes para facilitar el acceso de barcos, las obras de construcción, la extracción del coral y de conchas para vender a los turistas, algunas prácticas nocivas con el uso de suelos –como la construcción de campos de golf cercanos a la costa y a la desembocaduras de ríos- afectan de manera casi irreversible este frágil ecosistema, ya que sus organismos mueren debido a la deposición de grandes cantidades de cieno.

Estos daños ocurren principalmente cuando se efectúan dragados en las desembocaduras de los ríos y cuando se eliminan zonas de manglares para ganar playas.

Los arrecifes de coral son los más exóticos de los biomas intermareales, ya que no se localizan en los puntos donde la temperatura del agua es inferior a los 21°C. Los hay de dos tipos: los atolones, que son arrecifes anulares que cierran una laguna interior (sobre volcanes submarinos), y las barreras, arrecifes relativamente cercanos a la costa, pero separados de ella por una laguna o una larga extensión de mar paralela a la costa y al arrecife.

La alta productividad de los arrecifes se debe en primer lugar al flujo de agua alrededor del arrecife, que aleja residuos y aporta plancton. La segunda causa radica en la gran capacidad del sistema para retener nutrientes –en especial fósforo- y reciclarlos con rapidez entre las algas y los corales, de modo que su crecimiento no queda impedido por la escasez de fósforo. La fuerte entrada de este nutriente es el zooplancton, del que se alimentan los pólipos. Por último, la presencia de una comunidad importante y activa de bacterias y otros descomponedores pone de manifiesto que los nutrientes se reciclan rápidamente en el bioma de los arrecifes coralinos, quedando relativamente pocas cantidades inmovilizadas en el sedimento.

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