Cuando las cosas van bien, todos nos sentimos responsables y felices, pero cuando van mal, se busca un culpable. En el caso de la contaminación con plástico, se ha intentado culpar a los consumidores, dejando fuera de la discusión a las empresas que lo fabrican. Estas ni siquiera se han molestado en explicar los riesgos que el plástico representa, no solo para el medio ambiente, sino también para la salud humana y la de otros seres vivos.
A finales de noviembre, en Corea del Sur se celebró la quinta reunión de la iniciativa del Comité Intergubernamental, cuyo objetivo es alcanzar un acuerdo para poner fin a la contaminación por plástico mediante acciones concretas que consideren el ciclo de vida completo de este material.
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El comité, integrado por representantes de la industria, gobiernos y la sociedad civil, discutió la importancia de contemplar el ciclo de vida del plástico como un elemento determinante, ya que esto comprometería a la industria a cambiar sus métodos de producción hacia prácticas más sostenibles.
Hasta ahora, el enfoque se ha limitado al manejo de residuos, una visión promovida principalmente por los países productores de petróleo. Sin embargo, vivimos en un mundo con un nuevo «continente» formado por residuos plásticos, con ecosistemas terrestres y marinos amenazados, nuevas enfermedades emergentes y micro plásticos que ya han sido detectados en el cerebro humano.
La agenda de Corea incluyó un tratado para detener la contaminación causada por el plástico. Este material contiene unas 16,000 sustancias químicas que se añaden para modificar las propiedades de los siete tipos de plásticos producidos en el mundo.
Los gobiernos deben exigir mayor transparencia a las empresas productoras de plástico respecto a las sustancias químicas que utilizan. Según la Alianza Global por la Alternativa a la Incineración (GAIA), el 24% de estas sustancias no están reguladas, lo que representa un riesgo considerable. Además, unas 7,000 de estas sustancias no han sido investigadas, según la misma entidad.
La Red de Acción para los Derechos Ambientales (RADA) destacó la importancia de que los gobiernos promuevan esta transparencia, no solo por los costos ambientales, sino también por el impacto en la salud pública. Este problema implica gastos de miles de millones de dólares para los Estados, destinados a combatir enfermedades derivadas de la contaminación química.
La reunión de Corea tuvo como referencia el Acuerdo de París, que estableció medidas para evitar superar un aumento de 1.5 grados en la temperatura global. A partir de 2024, la producción de plástico debería reducirse entre un 12% y un 17% por año. Sin embargo, este año no hubo avances significativos, y la reunión en Busan, Corea, concluyó sin acuerdos concretos.
Por fortuna, la Unión Europea ha prohibido el plástico de un solo uso. Estados como California y otros en los Estados Unidos, así como la mayoría de los países de América Latina, también han adoptado medidas similares. Sin embargo, en República Dominicana esperamos hasta 2025 para comenzar a implementar la reducción del plástico de un solo uso, conforme a la Ley de Residuos, la 225-20.
El plástico de un solo uso, como las fundas de supermercado, cucharas y tenedores plásticos, vasos, platos desechables de foam y envolturas, tiene una vida útil extremadamente breve. Según estudios, este plástico dura menos de un minuto en nuestras manos antes de terminar en ríos y océanos, contribuyendo a la creciente crisis ambiental.