América del Sur

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Los bolivianos eligieron presidente el domingo a un cultivador de coca que intenta nacionalizar los recursos de gas natural del país. Argentina dijo la semana pasada que pagaría pronto los préstamos del Fondo Monetario Internacional, mientras el presidente llamaba al FMI “un vehículo para políticas que causan pobreza y dolor”. Brasil anunció dos días antes que liquidaría el remanente de su deuda multilateral.

¿Están relacionados todos estos hechos? Ciertamente, reflejan una recién encontrada confianza en los países sudamericanos, que han acudido al FMI con el sombrero en la mano en innumerables ocasiones. Pero, ¿salir de la supervisión del Fondo significa un abandono al por mayor de la ortodoxia económica que este predica?

En parte, las medidas reflejan una pérdida de confianza en las recetas políticas del Fondo. Después de todo, ¿por qué Argentina debería tragarse la medicina cuando otros, como China y hasta Estados Unidos deciden no hacerlo?

Lo más importante, es que la capacidad de América del Sur para actuar demuestra cuánto han mejorado los fundamentos económicos. El pago temprano de Argentina al FMI, por ejemplo, es solo posible porque sus reservas de divisas, en US$8 millardos cuando la crisis de 2001, están ahora cerca de US$27 millardos. Por toda la región, la historia es similar. De acuerdo con Standard & Poor´s, las reservas internacionales netas han excedido los cuatro meses de pagos de la cuenta corriente durante los dos últimos años, comparado con solo algo más de dos en 1988.Las cuentas corrientes tienen excedentes, lo cual reduce la dependencia de los influjos de capital. Condiciones financieras internacionales benignas le han permitido a los gobiernos pre-financiar las obligaciones de pago de la deuda externa, no solo al FMI, y fortalecer los perfiles de la maduración.

Los escépticos alegan que estas mejoras son solo cíclicas, y que reflejan una fuerte demanda de exportaciones latinoamericanas, y una baja aversión al riesgo entre los inversionistas internacionales. Esto lo carga el diferencial de deuda en divisas de América Latina sobre los bonos del Tesoro de EEUU, que en cerca de 250 puntos básicos están en bajas récord. Sin embargo, mientras los tensos “spreads” pueden reflejan la búsqueda del rendimiento, el giro ascendente regional actual, como observa el propio FMI, parece más resistente que otros anteriores. Algunos países, es cierto, están aprovechando esta bonanza para abrazar la irresponsabilidad fiscal. Venezuela, sin duda, seguirá con políticas económicas sumamente heterodoxas mientras los altos precios del petróleo continúen y Hugo Chávez se mantenga en el cargo.

Pero otros están aprovechando la oportunidad para implementar ajustes estructurales fiscales importantes. Brasil, por ejemplo, puede que le esté liquidando0 al FMI, pero está siguiendo políticas de su propia cosecha más duras que las del FMI.

Algunas cosas cambian; otras, siguen igual. América del Sur, como siempre, sigue siendo vulnerable a una inesperada desaceleración en el comercio internacional, o a una abrupta tensión en las condiciones del mercado financiero global. La proporción de la deuda externa sigue siendo elevada -más de 50% del PIB en muchos países-, y sigue dependiendo de instrumentos vinculados a la tasa de cambio y al corto plazo.

 El potencial de sufrir de hipo por motivos internos se mantiene. Cinco países sudamericanos tienen elecciones el año próximo, incluyendo Brasil. Los inversionistas no deben subestimar la capacidad de la región de generar desilusiones en serie.

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