La región irrumpe en el 2017 con esperanzas y temores. El pasado año fue un año malo, en el que por primera vez en tres décadas se sufrió dos años consecutivos de recesión, la crisis más larga desde entonces, de acuerdo con el FMI. Un desempleo del 8.1 %, informó la Organización Internacional del Trabajo – OIT-, muestra la tasa más alta desde el decenio anterior. A la vez, el 2016 representó un cuarto año consecutivo de contracción de las exportaciones, expresión de la propia situación mundial que se ha vivido. Según el BID en 2016 se estimaba una reducción de las ventas externas del 6% después de otra del 15% en 2015. Al concluir la bonanza que se vivió por varios años con precios elevados de las materias primas y bajo dinamismo inversionista, junto al encarecimiento del financiamiento externo, la región empezó a navegar en mar embravecida.
Ahora comienza a verse en el horizonte un puerto que parece seguro pero que no se puede afirmar categóricamente que se pueda fondear con plena confianza porque presenta tantas esperanzas como incertidumbres.
Sin embargo, para el 2017 la CEPAL pronostica un crecimiento, pobre pero alentador, del 1.3 %. Después de haber sido los países que más crecieron en el 2016 la RD, Panamá y Nicaragua con registros de 6.4%, 5.2% y 4.8% respectivamente, esas tres economías, según las proyecciones, mantendrán altos ritmos de crecimiento con 6.2 %, 5.9 % y 4.7 % en 2017 en el mismo orden. Paraguay y Bolivia se espera crezcan 3.8%, Costa Rica un 3.9% y Perú otro 4%. Continúan siendo las ovejitas negras del rebaño Argentina, Brasil y Venezuela. Ante perspectivas positivas, como un aumento del precio de las materias primas y la reanimación de la economía mundial, con China continuando con buenos ritmos de crecimiento, 6.2%, en el 2016, y la reafirmación de su fe latinoamericana. La publicación del Libro Blanco chino en noviembre sobre su Política hacia América Latina y el Caribe resaltó una vez más la importancia que le concede a la región, lo que permite esperar que se renueven los flujos de inversión chinas dirigidas a infraestructura y tecnología.
No obstante, el problema está en que hay arrecifes que el barco del crecimiento regional tiene que ser capaz de sortear, a saber: el esperado incremento de las tasas de interés de la FED estadounidense; las tendencias desiguales de la “globalización”, acentuando privilegios; la desconfianza sobre las consecuencias que podrían tener para la región, y para el mundo, las políticas de Donald Trump; los ventarrones que anuncian un eventual retorno de políticas proteccionistas y hasta las dudas de si las remesas van a sufrir más impuestos. La navegación es compleja y no se puede asegurar con firmeza de que haya puerto u oasis a la vista.