América Latina: Creciendo y padeciendo

América Latina: Creciendo y padeciendo

EDUARDO KLINGER PEVIDA
Con este trabajo pretendo darle continuidad al artículo de la semana anterior que titulé «América Latina crece pero padece» en el cual destacaba cómo a pesar de varios años de resultados macroeconómicos positivos la región sigue sufriendo niveles muy altos de marginación y pobreza. Sigamos viendo cómo se expresa esa dicotomía entre crecer y padecer. La situación regional es tal que se ha venido produciendo un distanciamiento oficial de las políticas económicas que estuvieron prevaleciendo durante más de veinte años y que promovían, prácticamente, una abstención del Estado en los problemas económicos y dejarlo todo a la regulación del mercado con sus efectos perversos. Los adalides de la marginación del Estado olvidaban que éste no puede eludir su responsabilidad social.

Ahora, recientemente, el propio Secretario Ejecutivo de la CEPAL nos recordaba a todos que «… Si el Estado no tiene un rol, no se construyen sociedades más justas». Advertía, igualmente, prestar atención a las «percepciones de la sociedad».

Más de 200 millones de personas de nuestro continente viven en la pobreza, sin acceso a lo más elemental que requiere el ser humano, con serias limitaciones, incluso, para obtener la alimentación básica para la vida. De ellos, alrededor de 100 millones de individuos   casi el 20 % del total de la población   están en la indigencia.

No importa a qué tasa crezcamos ni porque tiempo, si no se logran aplicar de manera eficiente políticas orientadas a mejorar la distribución del ingreso, una buena parte de la población no tendrá cobertura de salud, educación ni alimentación.

Aun en América Latina la mortalidad de niños menores de cinco años ronda los 30 y la de mortalidad infantil   por cada mil nacidos vivos   supera los 20. Una estadística fría que significa que cientos de miles de niños mueren innecesariamente.

No es la única desgracia que asola a nuestros países. Recientemente, una alta funcionaria del PNUD declaraba aquí en Santo Domingo que en la región más del 25 % de los jóvenes ni estudian ni trabajan y que su relación con el Estado no es a través de las escuelas sino, por el contrario, a través de la policía y las cárceles.

De acuerdo con fuentes de las Naciones Unidas unos siete millones de niños y niñas latinoamericanos deambulan por las calles de nuestros países.

Además, unos 12,6 millones de los 19,7 millones de niños y adolescentes entre 5 y 17 años involucrados en actividades económicas lo hacen en trabajos no adecuados ni permitidos para su edad.

A su vez, el empleo informal y la no cobertura de protección social comprenden a no menos del 50 % de la fuerza laboral.

Algunos se consuelan con las mejorías relativas, en porcentajes, sin percatarse de que en términos absolutos la situación ha empeorado. Ciertamente la «desigualdad crece   nos dice el PNUD   pues si hubiese la proporción de los años sesenta solo existiera la mitad de la pobreza de la actualidad».

El pasado año, 2006, la región alcanzó   ¡vaya Usted a ver qué conquista!   al mismo nivel de pobreza que había registrado en 1980, lo que significa un 40 % de la población por debajo de la línea que marca la pobreza y un 20 % en la indigencia. Sin embargo, en 1980 ello representaba 135 millones de pobres y ahora 205 millones.

Esto determina limitaciones serias para el desarrollo lo que entonces crea peores condiciones para poder atender las urgencias sociales. Un ciclo perverso.

América Latina mantiene un bajo nivel de productividad y de competitividad, de acuerdo con estudios recientes, en tanto que le falta capacidad para poder incorporar a todos los sectores de la economía con políticas consecuentemente inclusivas.

La doctora Rebeca Grynspan, directora del PNUD para América Latina y el Caribe, advertía recientemente en una intervención en el Banco Central de la República Dominicana: «No funciona el crecimiento de la economía primero, para luego repartir los bienes. Tiene que ser un crecimiento incluyente, con más educación y salud, un paquete completo, en un ejercicio de sociedad democrática que active sujetos de derecho y obligaciones…».

Mal estamos si nos resignamos a los avances de la democracia y el respeto a los derechos humanos y seguimos ignorando la tragedia de los humanos sin derechos.

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