Sí, el mundo se encuentra frente a dos enormes crisis potencialmente nefastas. El COVID-19 sigue cruzando océanos y expandiéndose por continentes. No debe haber dudas para políticos y líderes en general que la prioridad es enfocarse en el factor humano y que no se pueden escatimar recursos y esfuerzos para frenar la propagación al costo económico que fuese. La evidencia del impacto económico global derivado de la infección es abrumadora y Latinoamérica y el Caribe, la región más desigual del mundo, ha empezado a encarar sendas realidades. El coronavirus y sus consecuencias planean por casi toda la región con aumento de contagiados, muertes, suspensión de movimientos y vuelos, clausura de eventos. Aunque aún el nivel de casos es relativamente bajo el ritmo de propagación inicial observado es alto: Brasil supera al de Italia mientras en Argentina, Ecuador y Chile, inicialmente, la rapidez de contagio supera al de España en sus inicios.
Los primeros casos fueron importados mayoritariamente de Italia pero ya se han registrado casos de transmisión local y en Costa Rica los primeros casos procedieron de Estados Unidos del que, por su intensa y extensa relación, con la región habrá de ser una fuente importante de contagio siendo inminente que vendrán medidas de restricción de la comunicación con alto costo para el turismo, el comercio y hasta la inversión. La región es altamente vulnerable con sistemas de salud endebles, con bajas y desiguales coberturas. En América Latina y el Caribe la gravedad de la crisis humanitaria tiene amargo signo de clase social. Con más de 600 millones de habitantes la pobreza y el hacinamiento es enorme en muchas partes. En algunos países el clima tropical pudiera ayudar a la contención pero el Hemisferio Sur entra en otoño con temperaturas más frías, excelente hábitat para el virus. En la región, dos países son alta preocupación: Venezuela, con una economía colapsada y cercada geopolíticamente y Haití con aguda pobreza crónica donde sorprende no hayan reportes de casos, lo que es para preguntarse si han podido realizar pruebas. La República Dominicana debe reclamar al mundo acudir en apoyo a su vecino cuya desprotección es una amenaza sanitaria y social para este país. Centroamérica, otra zona crítica, con una proporción de pobreza muy alta y gobiernos económicamente débiles donde la situación sanitaria y las condiciones de contención inevitables son tan insuficientes como inadecuadas.
Ante la amenaza del coronavirus se está pasando por alto otro dramático flagelo azotando la región: el dengue. Los enfermos en 2019 llegaron a más de 3 millones – récord histórico – 6 veces más que en 2018 causando 1,538 muertes, la mayoría niños. Belice, Costa Rica, El Salvador, México y Nicaragua triplicaron sus casos en 2019 pero Brasil, Guatemala, Honduras y República Dominicana los vieron aumentar 7 veces. En el primer mes de 2020 se contabilizaron 125 mil casos, más que en igual periodo de 2018.
En el plano económico la región ha estrechado vínculos con China con un intercambio comercial mayor a 300 mil millones de dólares, segundo socio comercial regional pero primero de algunas de las principales economías, por lo que se verían afectadas si China, ya en recuperación, no retoma su dinámica de crecimiento. Lo que pase en EEUU es igualmente relevante para toda la región.