Dejando atrás el tsunami pandémico del 2020, miremos hacia delante tratando de visualizar qué nos reserva el 2021.
El impacto humano y socio-económica del coronavirus ha de tener aún serias consecuencias.
Al 31 de diciembre la región contabilizó 15.646.245 contagios y 525.123 muertes. En consecuencia, del comportamiento de la pandemia y la vacunación dependerá en gran medida la dinámica de recuperación pero también de la capacidad de mantener los programas de ayuda y cómo finalmente se comporte la economía global.
CEPAL diagnostica caída de 7,7% para la región en 2020 pero prevé, tentativamente, un crecimiento de 3,7% en 2021. Sin embargo, empleo y pobreza llevarán mucho más tiempo en recuperarse. Se estima un desempleo de 11,2% y 40 millones de nuevos pobres.
Urgencia regional: lograr crecimiento con empleo e instrumentar políticas fiscales que ayuden a mitigar las consecuencias de la pobreza.
Organismos internacionales señalan grandes desafíos a enfrentar: lograr una amplia vacunación; mantener políticas de estímulo económico y social; un eventual agravamiento de la situación financiera mundial; contracción de precios de productos básicos y, probablemente, un inevitable recrudecimiento de tensiones sociales.
Sociedades con mayor pobreza y vulnerabilidad buscarán soluciones y ello repercutirá en cinco elecciones presidenciales previstas este año: Ecuador, Perú, Chile, Nicaragua y Honduras, provocando preocupación que se abran paso “populistas”, eufemismo con el que se refieren generalmente a políticos con programas sociales, de izquierda o derecha. Ciertamente, las calles, muy calientes en algunas naciones antes de la pandemia pueden volver a temblar especialmente cuando concluyan las ayudas sociales oficiales.
CEPAL proyecta un “rebrote” en varias economías que amortiguará la caída de 2020 pero no una verdadera salida de crisis. Tres países encabezarán ese crecimiento: Perú con un 9% -cayó 13% en 2020-, Panamá crecerá un 5.5% y Bolivia 5.1%. Ante la gravedad de lo sufrido un alivio pero no solución.
Imposible visualizar las perspectivas latinoamericanas y caribeñas en 2021 ignorando sus crecientes relaciones con China, por mucho que duela y preocupe a algunos. La contundente realidad es que China es el mayor socio comercial de la región, fuerte en Sudamérica y menos relevante en algunas naciones de Centroamérica y Caribe, más susceptibles a presiones y chantajes desde el Washington trumpiano.
Beijing es fuerte inversionista regional y gran importador de materias primas. Hace un mes en un forum se planteó emprender acciones conjuntas en agricultura, sector estratégico regional y mutuamente complementario.
En el primer semestre de 2020, a pesar de la pandemia, el intercambio recíproco agrícola fue de 26.750 millones de dólares. Han aumentado inversiones chinas en sectores estratégicos como el eléctrico, infraestructuras, telecomunicaciones, y transporte, además de inteligencia artificial y energía verde.
Han adquirido mayor relevancia el desarrollo de la Franja y Ruta de la Seda Digital y de la Salud mediante empresas privadas. Analistas internacionales destacan que Latinoamérica tiene “apetito de tecnologías chinas” de ahí la creciente presencia de Huawei y otros gigantes tecnológicos chinos y esperan una creciente instalación de fábricas chinas en la región.
Cada día hay mayor disposición regional a aprovechar las enormes oportunidades de una gigantesca y crecientemente poderosa economía global única ya en crecimiento.