La Doctrina Monroe: “América para los americanos”, fue el mensaje de toma de posesión del Quinto Presidente de los Estados Unidos, James Monroe (1823) que quiso garantizar la soberanía e independencia de la nación, lograda en 1776 con la guerra de las 13 colonias británicas asentadas en América del Norte, contra el Reino de Gran Bretaña, procurando una política de buen vecino, de mutuo respeto y no intromisión que deslindara la demarcación de ambos continentes, particularmente de las monarquías más poderosas de Europa: Inglaterra, Francia y Rusia.
Esa alianza dio sus primeros frutos con la intervención de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial del siglo XX (1914-1916) aliado al Reino Unido y Francia que termina con la claudicación de Alemania y sus aliados, y se fortalece con su efectiva participación en la Segunda Guerra Mundial (1939-1943) que definió la caída definitiva de la Alemania Nazi de Hitler y sus aliados de Italia, España, (gobiernos fascistas) y del Oriente Japón y el imperio Otomano (turco) ya en plena decadencia.
No cabe duda que esa última intervención de los Estados Unidos, al igual que de la Unión Soviética liberada del zarismo, habiendo sufrido grandes pérdidas humanas, les confirió a ambas naciones la categoría de superpotencias, quedando el mundo dividido en dos bloques antagónicos: comunista y capitalista, asumiendo Estados Unidos el papel de protector de gobiernos dictatoriales de América a su servicio (Trujillo, Duvalier, Somoza, Rojas Pinilla, Batista, Perón, Banzer, Barrientos, Pérez Jiménez, Pinochet, Balaguer y pare usted de contar) recibiendo solo la repulsa de la naciente Cuba Revolucionaria de Fidel Castro, que abjura de la OEA, víctima de un brutal atosigamiento igual que el presidente Chávez y Maduro de Venezuela asfixiada económicamente por el imperialismo norteamericano, irrespetando la voluntad y la soberanía de Cuba y del pueblo venezolano, pretendiendo con sus aliados imponerle con un golpe de Estado un desacreditado títere de su gremio al servicio de sus espurios intereses mercuriales de un capitalismo rapaz y deshumanizado.
La actual crisis institucional producto del asalto al Capitolio de una multitud fanatizada, partidaria de Donald Trump, hecho insólito, sin precedente, que pretendía impedir que el Congreso Nacional, en uso de sus atribuciones y acorde con los resultados obtenidos de las pasadas elecciones, avalara el triunfo del nuevo presidente Joe Biden, que desplaza un presidente torpe y mal querido, incalificable, empecinado en no aceptar su derrota y mantenerse en el poder que nunca honrara.
La OEA, frente a la repulsa colectiva trata de reivindicarse condenando ese acto bochornoso alentado por el presidente Trump, causante de cuatro muertes que empaña la frágil democracia de los Estados Unidos de América, fracasada en la lucha por la igualdad de los derechos ciudadanos, la discriminación racial, el maltrato de los inmigrantes y los múltiples atentados y acciones terroristas contra pueblos y naciones soberanas, de cultura, idioma y religión diferentes, apoderándose de riquezas que no le pertenecen.
La doctrina Monroe su ideología política desfallece. Sus malvadas acciones que deshonran al propio pueblo norteamericano, demanda un cambio fundamental moral y democrático.