AMET debe hacer algo más

AMET debe hacer algo más

BIENVENIDO ÁLVAREZ-VEGA
AMET tiene una edad de oro. Es el tiempo de su fundación, sus primeros años, cuando la dirigía el ingeniero Hamlet Hermann y cuando el entonces coronel Candelier era el responsable de dirigir a los hombres y las mujeres –agentes— que laboraban en calles y avenidas a nombre de la nueva institución responsable del orden en el tránsito urbano.

Aquello ocurrió en la primera gestión de gobierno del Presidente Leonel Fernández. Con el tiempo, AMET fue apartándose  de sus objetivos iniciales y fue adoptando la mística y la función que, de hecho, cada jefe le asignaba. Al mejor estilo dominicano. También la institución pasó a ser dependiente de la Policía Nacional, un verdadero retroceso. Quizás solo le queda, de sus días primeros, la mirada prepotente y una cierta arrogancia.

Extraña que en esta administración del doctor Fernández no haya habido, además, la preocupación por el ordenamiento del tránsito que hubo en su primera gestión. El Presidente parece entender que el Metro es la panacea de déficits y problemas del transporte urbano. AMET, por lo tanto, no ha recibido de él la atención de los años 1996-2000. La ha dejado como la encontró, desnaturalizada y todo. Ni siquiera se ha preocupado por revocar la medida que la afilió a la Policía Nacional.

AMET es hoy, en consecuencia, una institución cuyo objetivo básico parece ser la recaudación de fondos por medio de multas. No digo que sea exactamente así, pero es lo que a muchos nos parece porque es ahí donde vemos su gran esfuerzo, la gran tarea que sus hombres y mujeres despliegan en las calles. No luce que sea una agencia gubernamental empeñada en reordenar el tránsito público.

¿Cuál es la misión principal de un agente de AMET? No acudamos a los documentos y declaraciones de sus jefes para responder esta pregunta. Vayamos a los hechos, a lo que vemos todos los días en calles y avenidas, que es, a mi juicio, lo que vale. El cuadro típico es este: una agente o un agente parado en una esquina, con una libretita en la mano y un micrófono, esperando ver a un conductor que viole una luz del semáforo o que pase algún chofer, sobre todo de vehículos privados, hablando por teléfono celular. Además, en algunas esquinas regulan el tránsito, sobre todo cuando no hay energía eléctrica o cuando un poderoso va a pasar.

A decir verdad, esto debe ser lo mínimo que se haga para reordenar el tránsito público o para mantener cierto orden. Las calles y avenidas están llenas de vehículos aparcados donde no debían, estrechando las vías y obstruyendo el paso. Los carriles se violan cada segundo;  las guaguas públicas y las de los sindicatos siguen haciendo cuanto quieren, poniendo en peligro la vida de muchas personas y desordenándolo todo.

Las avenidas Jiménez Moya y Máximo Gómez, ésta   en varios puntos; la Nicolás de Ovando, la Padre Castellanos o La 17, la San Vicente de Paúl, la avenida Duarte, la avenida Mella, la calle 30 de Marzo, las avenidas Bolívar e Independencia, las 27 y Kennedy, la Luperón; la Nouel, la Mercedes, etc., digamos que casi todas, están literalmente tomadas por los vehículos, pesados y livianos, que se aparcan todo el tiempo que quieren y cuando quieren ante la mirada indiferente de los agentes  de AMET.

AMET debería estar para establecer el orden en el tránsito, para hacer cumplir las normas, todas las normas. No solo para fijarse en la violación de un semáforo o en si se habla o no por celular. Estas son, dentro de la complejidad del tránsito, las tonterías menores. No dejo de comprender, sin embargo, que estas tonterías son las que permiten una más fácil y caudalosa recaudación.

Quienes dirigen esta institución deberían convencerse de que AMET puede hacer algo más.
bavegado@yahoo.com

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