AMET: revisión pertinente

AMET: revisión pertinente

La Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET) fue creada el 10 de septiembre de 1997. El miércoles arribó a los 17 años y, por desdicha, su balance entre metas de origen y logros da cifras en rojo. Este organismo, que nació inspirado en conceptos técnicos modernos, se ha limitado a actuar como fuerza represiva que ha aportado muy poco para poner en orden el caótico tránsito metropolitano. Los conductores, principalmente transportistas de pasajeros, siguen aparcando y conduciendo tan mal como hace 17 años.

Este balance en rojo que exhibe AMET a sus 17 años nos lleva a plantear la necesidad de una actualización de sus metas y una revisión profunda de los métodos técnicos para lograrlas. Apostar agentes por toda la ciudad no ha dado los resultados apetecidos. No sirve de mucho imponer multas a quienes violan la ley de tránsito porque no se hacen sentir las consecuencias por esa conducta. Las multas son simples piezas de colección, no se pagan.

Necesitamos que AMET sea capaz de lograr cambios positivos en las actitudes de los conductores. Su meta más importante debe ser educar al ciudadano para un manejo civilizado y respetuoso, sin que eso signifique desmedro de la función represiva. Desde luego, debe contar con todo el apoyo logístico de cuantas instituciones sean necesarias para lograr orden en el tránsito.

MOTIVO DE JUSTA PREOCUPACIÓN

El mundo tiene un nuevo y justificado motivo de preocupación. Una coalición de países, encabezada por Estados Unidos, se prepara para tratar de contener en Irak y Siria el avance del grupo yihadista Estado Islámico, cuya crueldad extrema ha conmovido al mundo. Los occidentales denominan yihadistas a las facciones más violentas y radicales del islam político y que apelan al terrorismo con mucha frecuencia.

Hay incertidumbre porque, siendo el terrorismo una de las armas que frecuentemente utilizan los yihaistas, el ataque contra intereses de Estados Unidos y sus aliados en cualquier parte del mundo, por células hasta ahora inactivas, es una posibilidad que hay que tener muy presente. También son posibles las consecuencias adversas en mercados como el del petróleo y otros muy sensibles a los conflictos bélicos. Nadie está en condiciones de estimar la magnitud de lo que parece inminente.

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