La Autoridad Metropolitana de Transporte (así se llama AMET), fue creada con la finalidad de organizar y dirigir el tránsito en la zona metropolitana de la ciudad capital. Luego, fue extendida su jurisdicción a aquellas ciudades cuyo tránsito vehicular se hacía cada vez más complicado.
En la actualidad, AMET ha tomado la característica de una policía de tránsito casi a nivel nacional, con la responsabilidad se supone de mantener el orden y hacer cumplir las disposiciones que rigen el tránsito vehicular en el país.
La labor de este cuerpo del orden público de carácter técnico, se hace verdaderamente titánica, en un país como el nuestro, en el que se ha perdido en gran parte el respeto a la autoridad y es uso y costumbre la violación constante de las leyes y disposiciones municipales. Prevalece en este caso particular del tránsito vehicular, los privilegios auto otorgado a los padres de familia, conductores de vehículos destinados al trasporte colectivo y aquellos que encima de una motocicleta conducen como serpentinas, sin ningún respeto al derecho de los demás.
Por otra parte, al caos del tránsito se suman los conductores desaprensivos, la falta de sincronización de los semáforos en las vías de mayor acumulación como son las que van de norte sur en la ciudad capital, sobre todo en las intersecciones con la avenida 27 de Febrero. Así mismo contribuye a este caos los apagones que sacan de uso los semáforos, la doble y triple línea para doblar a la izquierda y la torpeza de algunos agentes y oficiales de Amet que por falta de experiencia o descuido en ocasiones contribuyen a multiplicar el caos.
Para ser justos, sin embargo, debemos reconocer lo difícil que es dirigir el desorganizado tránsito en nuestras principales ciudades.
La designación del mayor general José Aníbal Sanz Jiminián, oficial capacitado y experimentado, trae esperanzas de que mejore sustancialmente el problema.