Amnesia Histórica

Amnesia Histórica

Trujillo sin duda alguna fue un gran hombre.Según sabemos por sus hijos, fue un magnífico padre.Reconstruyó el país luego del devastador ciclón San Zenón, aplicando la Ley de Emergencia y logrando suavizar el pago de la deuda externa, para luego saldarla por completo.

Incentivó y mejoró la calidad de la educación primaria.

Tomó acciones que llevaron a la «Danza de los Millones», con la cual muchos sectores se vieron muy beneficiados económicamente.

Creó el Banco Central y el Peso Dominicano, el cual se mantuvo a la par con el dólar por muchos años mientras él gobernaba.

Desarrolló una infraestructura de obras públicas, muchas de las cuales perduran hasta el día de hoy, incluyendo grandes hospitales que hoy día dan servicio a cerca de un 70% de los dominicanos de pocos recursos.

Modernizó la industria dominicana, creando cerca de 43 industrias que hoy día todavía existen.

Construyó la majestuosa Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre.

Prácticamente desapareció la criminalidad de nuestras calles.

Creó unas Fuerzas Armadas envidiables por muchos países del mundo.

Trujillo, sin duda alguna, fue un gran hombre.

Sin embargo, he estado tratando de reflexionar para ver qué necesito saber para llegar a este razonamiento, y he llegado a la conclusión que esto solo puede lograrse de una sola manera: olvidando.

Olvidando que la Feria de La Paz, que hoy es recordada como uno de sus grandes logros, le costó al país una tercera parte del presupuesto nacional.

Olvidando el hambre y la miseria en la cual vivían una mayor proporción de los dominicanos que hoy en día.

Olvidando el gran nivel de analfabetismo que imperaba, incluso luego de 31 años de gobierno. Olvidando que en el 1937, bajo su gobierno y órdenes, murieron miles de haitianos.

Olvidando que gobernó por 30 años con una “democracia” de partido único, prácticamente obligando a todos los dominicanos a ser miembros del Partido Dominicano, pues de lo contrario corrían el riesgo de ser perseguidos y eliminados.

Olvidando que toda casa debía tener la foto de Trujillo junto a las de Jesucristo y de la Virgen de la Altagracia.

Olvidando que el pueblo no tenía acceso a la Universidad de Santo Domingo, sólo la élite podía estudiar, y todo el que no estuviese de acuerdo con la dictadura no era concedido su título de profesional.

Olvidando que todo el que se le oponía terminaba en las cárceles de La Victoria, o de La 40, con Johnny Abbes, el famoso torturador jefe del SIM, seleccionado por Trujillo y quien se le reportaba directamente.

Olvidando los miles de dominicanos que morían en estas cárceles por simplemente no haber estado de acuerdo con Trujillo, y haberlo expresado.

Olvidando que los que se oponían eran perseguidos dentro y fuera del país, como fueron los casos de Jesús de Galíndez, Rómulo Betancourt y Mauricio Báez.

Olvidando que los expedicionarios de Constanza, Maimón y Estero Hondo, muchos miembros del movimiento 14 de junio, y las hermanas Mirabal fueron liquidadas por órdenes de el.

Olvidando todo esto, sin duda alguna Trujillo fue un gran hombre.

Me cuesta comprender cómo tantas cosas se pueden olvidar.

Me cuesta comprender cómo, por más que un individuo o grupo se haya beneficiado por la dictadura, se pueda ignorar todos los horrores que sucedieron y todo el daño que le hizo a tantos dominicanos y familias, tanto dentro como fuera del país.

Entonces, me pregunto, ¿cómo hacer un museo para venerar a Trujillo?. Los horrores de la dictadura han quedado plasmados en los libros de historia, los cuales sin duda no han sido abiertos por el grupo de trujillistas que sale a relucir de vez en cuando.

Además, a aquellos que dudan de estos libros, que simplemente dejen de ignorar a los miles de dominicanos que sí vivieron esos años en el peor temor, el temor a ser perseguido por no estar de acuerdo con lo que otro diga, el temor que sin duda tuvieran los que están a favor de este museo si viviéramos en otros tiempos: tiempos que los dominicanos ya vivieron, tiempos en los que los dominicanos no éramos libres para decir lo que pensábamos.

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