Atribuyendo comportamientos generalizados a autoridades dominicanas por aquello que estadísticas oficiales solo registran como actos excepcionales, aunque repudiables y sancionables, un hiperbólico informe de Amnistía Internacional falsea con magnificación las repatriaciones como supuestas violaciones masivas a los derechos humanos de los habitantes de Haití. Acusa hiriente a un país pequeño (RD) como si fuera este el único Estado nacional que pone reglas a los ingresos desde el exterior sin que exista un solo país de Europa irrestrictamente abierto a las oleadas de extranjeros que desde hace años cruzan el Mediterráneo (o se ahogan por miles por lo clandestino de los intentos) para llegar a sus costas; ni potencia que haya multiplicado por cien el gasto para acorazar su frontera sur y dosificar severamente los permisos de entrada como hace Estados Unidos. La cuna de este desaforado organismo que toma piedras para los más chiquitos lo fue el Reino Unido, etiquetado por algunos como la «pérfida albión» antes de que, recientemente, hiciera surgir por decenas en Francia las villas de miseria de inmigrantes de remoto origen y extrema pobreza que nunca pudieron cruzar el Canal de la Mancha en busca de empleos y comida y huyendo de los despotismos de sus patrias.

Puede leer: Maduro conduce a los venezolanos hacia un matadero electoral

La Real Flota Inglesa, en lo seco, y los mastines de inspectorías anti polizones de Su Majestad aguardaron interminablemente en las costas, ansiosos estos por morder. Rudeza canina que a cualquiera hace añorar los tratos tibios.