“Amo a mi país, pero me opongo a los políticos”

“Amo a mi país, pero me opongo a los políticos”

Junot Díaz, el excelente y laureado intelectual de la diáspora dominicana en New York, reaccionó recientemente muy disgustado por lo que se desprende de su larga defensa cuando se le acusó que decía que apoyaba el boicot que proponía el alcalde de esa ciudad para que los turistas no vinieran al país.

Esa reacción de Junot, muy bien pensada y bien expuesta, contiene el núcleo de su defensa en algo que todos los dominicanos tenemos muy adentro, de que amamos a nuestro país, pero repudiamos a nuestra clase política que lo único que ha hecho en los pasados 55 años ha sido robarle los recursos al pueblo y obligar a los gobiernos a engancharse en una carrera loca de imponer impuestos y concertar préstamos para poder saciar la voracidad de esa clase, y ahora, en un futuro cercano se pretende premiar a casi todos los políticos insertados en el espectro del activismo político del país, para que muchos no continúen jalando aire por no disfrutar del poder desde hace once años.

El mensaje de Junot, inteligentemente redactado por su gran capacidad intelectual, que atrae a casi todos los lectores por su ágil prosa, revela un amargo resentimiento en contra de una clase que solo ha sabido dilapidar los recursos públicos, no solo aquí sino en todos los países del mundo, donde los escándalos de corrupción como los brasileños están de moda por la magnitud de los mismos y tratan de apartarlos del ojo de la opinión pública para dejarlos enfriar y que nadie se acuerde de ellos, y así, nuevos protagonistas prosigan esa misma línea de desviar los recursos públicos.

Junot ignora la tremenda sensibilidad, para defender la soberanía, que tiene el tema haitiano en los millones de dominicanos que vivimos aquí y cotidianamente tenemos que lidiar con el mismo, viendo y sufriendo su aumento en el peso específico y su gravitación en una comunidad que en su mayoría es negra, pero no acepta una raza que carece en sus estamentos populares de salud, educación y es algo amorfo sujeta a la estrategias de los políticos haitianos, de sus amigos internacionales y el grupo de dominicanos que quieren imponernos a una población por encima de la voluntad de los demás dominicanos.

La defensa de Junot Díaz es casi ya el preámbulo de su próxima novela, y que como todos los escritores de la diáspora, no pueden ocultar una ligera envidia y amargura nostálgica por los que nos quedamos aquí, ya que por más bien que les vaya en los países con sus producciones literarias, su desarraigamiento es notorio y lo reflejan sus escritos desde ultramar, pero naturalmente que aquí no iban a tener los medios para vivir de literatura, cosa que con sus obras los escritores locales no lo logran y pasan hambre, aparte de los sufrimientos para ver si logran publicar uno de sus libros.

Tan solo los que se cobijan a la sombra del poder o de un mecenas es que logran ver sus nombres en las portadas de los libros, que por lo limitado de las ediciones, de no más de 1000 ejemplares, no se mantiene nadie, por lo que Junot en el país ya hubiese caído en una depresión profunda y hubiese retornado a su hábitat de adopción que es New York.

Junot ama a su Patria desde ultramar, pero llena de haitianos, y la defiende para recalcar su amor, pero lo lleva a reclamar mejores condiciones de trato a una inmigración que, por años, ha estado gravitando en la vida dominicana y que ahora amenaza desbordar las débiles raíces de la soberanía, carcomida por las influencias externas con el aumento de la disolución de la familia y del aumento de la delincuencia y la drogadicción, del disfrute de la buena vida frente a tanta pobreza y ver que la aspiración para la juventud, si no destaca como pelotero, y no asimilarse a la delincuencia en vía directa es enrolarse a un partido político para descollar como activista y ser premiado cuando se llegue al poder.

 

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