Amores con el Sur profundo

Amores con el Sur profundo

AMPARO CHANTADA
Mi fascinación por las tierras del Sur no resulta fácil explicar, formas, colores, olores, signos de los tiempos en las faldas erosionadas, sobrevivencia de la naturaleza que forzó admiración. Fue amor a primera vista.

Y no tiene culpa Ramón Lacay Polanco, ese extraordinario olvidado.

En Punto Sur, en su cuento “La Bruja”, Nena es una bruja, vestal tenebrosa de las tierras del Sur, que también pudo ser yo pues soy Nena. Es verdad de otras tierras, iguales de temibles y calurosas.

No fue tampoco por razones sentimentales que me gustaron los paisajes del Sur.

Sus hombres son secos, de pocas palabras, de conversaciones cortas y entrecortadas, de largos silencios, respiros o suspiros, así se describen generalmente en un esquema que asimilan los seres humanos a sus condiciones ambientales, algo tienen por eso de misterioso, que impulsa la curiosidad de saber más de ellos. Pero nada de generalización, los hombres y mujeres del Sur profundo, suelen ser volubles y parlanchines, dependiendo de la confianza y la intimidad, pero en general son toscos, bruscos, violentos, de reacción impredecible como sus tierras llenas de fetichismos y supersticiones, de brujas y mal de ojos, como “En su niebla” Lacay Polanco las recuerda.

Sin hablar de balsié.

Lo que me fascinó del Sur fueron sus inmensos contrastes, fueron sus extraordinarios paisajes secos, su sencillez, su desnudez, la humildad como escribiera una vez Pedro Vergés a propósito de un agua de coco regalada en pleno sol de mediodía, esa desnudez paisajística que envuelve la geógrafa, en eternos pensamientos filosóficos sobre la naturaleza y sus fuerzas. Esa cortadura del Yaque del  Sur en Fondo Negro, impresionante, pero hay que saber explicar para apreciar.

En esos paisajes, se divisa la historia de la humanidad, de la orogénesis y las fuerzas que provocaron las transformaciones de los paisajes bajo impulsos que no podemos imaginar.

Imaginar el surgimiento de la península de La Selle y de la Sierra de Baoruco, el cierre del canal, hoy Lago Enriquillo, la Sierra Martín García aislada y a su pie el Yaque insinuoso de violencia y sinuoso por obligación; observar las condiciones de la permanencia de una fauna testigo de otra era es situarse en invitada de la naturaleza y agradecida.

Pensar que otros momentos apocalípticos podrían interferir con un Tiempo que parece detenido,  es tarea pendiente.

Lo real, el presente, son las bayahondas, las largas sabanas duras y requemadas, los pueblos, agrupados en equilibrio frágil en las lomas, los bohíos destartalados bajo un sol implacable e inmóvil. Y la intermitencia de frondosidad con soledad y sequía.

Y esa falda impresionante de la Sierra que se ahoga en ese mar tormentoso y ruidoso. Contrastes de formas, contrastes de colores, contrastes de vegetación, contrastes es el Sur y es de una belleza insolente.

Quién no se inmuta viendo la Sierra Martín García, abrupta, blanca, encima del mar, es porque no se imagina lo acontecido.

Y subiendo la sierra, más emociones nos esperan ante los escalones (imaginarios) que nos hacen pasar de medio en medio hasta dominar los mares.

Los olores del Sur son casi irreales, pobres humanos que lo atraviesan por los aires sin saborearlos y qué decir de los colores, verdadera paleta de pintor, el azul turquesa, el amarillo de la sequía, el anaranjado de las amapolas y las cayenas y el oscuro bosque que cubre las lomas para pararse en las playas de gravas blancas, esos paisajes son asombrosamente bellos, gigantescos, y qué decir de nuestro asombro. Bajando hacia Enriquillo, la inmensidad de la costa y el oleaje nos obligan a ver más allá, más lejos, al infinito, donde se confunden mar y cielo: el “skyline” como dicen ahora los Ricardo Boffill y otros saturados de gloria on-line.

Pero nada es comparable a esa costa en nuestra Isla. No hay un lugar donde belleza, violencia, majestad, grandeza se conyugan en un armonioso y permanente contraste.

Esa belleza es la carta de visita que presenta el Sur, para armar amores a primera vista. Después la realidad es arrolladora. Pobre, pobreza, soledad y pueblos estirados a lo largo de carreteras sin fin, con ese infinito silencio que vinieron a interrumpir esas odiosas caravanas de los Partidos que desde la Capital, comprando y regalando, esparciendo y ofreciendo, coloridas y gritonas, allanaron el camino de la victoria: dinero mio, nuestro, despilfarrado, diluido en ron y parrandas, en vocinglería y altoparlantes. Total, el Sur es blanco después de rojo y morado, después de blanco, cuando morado es porque más da, más voto recoge, de rojo, blanco y ahora morado, el Sur se mueve de ahí p’alla, al compás de cada cuatro años cuando desde el Poder, serecuerdan, que el Sur vota.

Entonces, basta recordar “Punto Sur” de Lacay Polanco, para saber que la tierra es difícil, el entorno áspero, la mar peligrosa y los hombres y mujeres rudos y callados, se venden por un puño de papeletas devaluadas, porque la Capital siempre estará lejos.

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