Amoríos conflictivos con los partidos políticos

Amoríos conflictivos con los partidos políticos

ROSARIO ESPINAL
Desde los años 60, la sociedad dominicana se ha organizado fundamentalmente en torno a los partidos políticos. Podríamos decir que es una sociedad partido-céntrica. Los partidos sobrepasan en importancia organizativa y trascendencia social a casi todas las demás organizaciones, y muchas agrupaciones no-partidarias han mantenido fuertes vínculos con los partidos.

Esta identificación y vinculación se ha sostenido a pesar de los vaivenes políticos de las últimas décadas y del creciente desencanto de la ciudadanía con los partidos.

Parecería que la ciudadanía ha desarrollado una especie de amoríos conflictivos con los partidos políticos, en tanto que en las encuestas de opinión pública muchas personas indican pertenecer o simpatizar con los partidos, pero también expresan desconfiar de ellos.

Los datos de las encuestas Demos de cultura política realizadas en el país en 1994, 1997, 2001 y 2004 ofrecen un panorama numérico importante para reflexionar sobre la vinculación entre ciudadanía y partidos políticos.

Encontramos en los últimos 10 años que una alta proporción de la población entrevistada indicó pertenecer o simpatizar con un partido político. Dijo pertenecer un 18% en 1994, 20% en 1997, 17% en el 2001 y 21% en el 2004; y dijo simpatizar un 52% en 1994 y 1997, 47% en el 2001 y 45% en el 2004.

Esto quiere decir que de la población nacional encuestada indicó pertenecer o simpatizar por un partido un total de 70% en 1994, 72% en 1997, 64% en el 2001 y 66% en el 2004.

También es muestra del vínculo entre ciudadanía y partidos el nivel de participación electoral. Por ejemplo, en las últimas tres elecciones presidenciales (1996, 2000 y 2004) votó por un partido político alrededor del 75% de los registrados en el padrón electoral, porcentaje alto comparado con otros países.

No obstante estas evidencias de vinculación entre la ciudadana y los partidos, un segmento alto de la población expresa que no confía en ellos. Según los resultados de las Demos, no confía en los partidos un 52% en 1994, 50% en 1997, 57% en el 2001 y 52% en el 2004; mientras que dijo confiar mucho en ellos sólo un 8% en 1994 y 1997, y un 6% en el 2001 y 2004.

¿Qué explica entonces este vínculo de la ciudadanía con los partidos mediante la afiliación, simpatía o votación, a la vez que desconfía de ellos?

La vinculación proviene de los años 60 y 70, cuando en la República Dominicana se produjo algo no muy común en la historia política de un país: el surgimiento paralelo de tres líderes políticos de fuerte arraigo social, con algunas similitudes y también marcadas diferencias.

Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez se caracterizaron por ser líderes con proyectos políticos de contenido ideológico que tenían una discursiva política seductora para arrastrar adeptos, y forjaron organizaciones políticas que han constituido la columna vertebral del sistema de partidos dominicano.

Las diferencias entre esos líderes también fueron importantes para dinamizar la política partidaria dominicana. Generaron fervor y confrontación política mediante la construcción de antagonismos en torno a las ideas de cómo construir la democracia, el desarrollo económico y la forma de organizar los partidos.

En general, los conflictos y diferencias entre las fuerzas políticas que caracterizaron los años 60 y 70, hicieron que militantes y simpatizantes de partidos se vincularan de manera intensa a los proyectos políticos que forjaron los caudillos.

No obstante, la trilogía caudillista nunca condujo el país a una polarización absoluta que conllevara la eliminación de alguno de los tres líderes o sus partidos. Coexistieron con similitudes y diferencias, con su capacidad de movilizar la gente y fomentar lealtades políticas; primero por razones ideológicas, y luego por el establecimiento de fuertes redes clientelistas mediante las cuales los partidos generan y sostienen adeptos.

Con esta historia de fuerte tradición partidaria, el origen de la desconfianza en los partidos radica fundamentalmente en las pobres ejecutorias gubernamentales del PRSC, PRD y PLD, que se explica en parte por el mismo sistema clientelista que les produce y sostiene adeptos. Y es que por forjar y preservar clientelas, los partidos han fomentado instituciones públicas corruptas e ineficientes que socavan la legitimidad de los partidos y de la misma democracia dominicana.

El creciente descontento con la democracia se evidencia claramente en las encuestas Demos con la pregunta de si la forma en que funciona la democracia dominicana beneficia o perjudica a los entrevistados. Que le beneficia mucho sólo lo indicó un 11% en 1994 y 1997, un 9% en el 2001 y un 4% a principios del 2004. Que le perjudica lo indicó un 19% en 1994, 23% en 1997, 31% en el 2001 y 50% a principios del 2004. Estos datos son preocupantes porque muestran una tendencia en aumento considerable de insatisfacción con el funcionamiento de la democracia.

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