Amsterdam, intensa de día y noche

Amsterdam, intensa de día y noche

Referente arquitectónico de Europa, por cada rincón de sus calles fluye la historia. Existe una  Ámsterdam nocturna que evoca libertad y tolerancia y otra diurna que llama para un paseo por sus 165 canales y exhala belleza en los mercados de flores, no en vano es denominada  como la «Venecia del Norte».

Cuando alguien que ha estado en Amsterdam se arriesga a describir la capital de Holanda, generalmente lo primero que sorprende es su vida nocturna, el clima de libertad, las mujeres que se exhiben en los escaparates con luz roja, la naturalidad con que los holandeses tratan el tema de la prostitución (legalizada en los Países Bajos desde 1810), y la tolerancia en cuanto al consumo de drogas.

Todo esto es verdad. Pero una mirada más atenta revela otra Amsterdam. Se trata de una ciudad también diurna, que llama para un paseo por sus 165 canales y exhala belleza en los mercados de flores.

Por las calles pasan miles de bicicletas. Uno tiene la sensación de  vivir en una obra de arte digna de artistas como Van Gogh y Rembrandt.

Amsterdam es, en definitiva, una mezcla de día y noche, llamada la «Venecia del Norte». 

CADA RINCÓN TIENE SU HISTORIA

 La ciudad de apenas 750.000 habitantes es un referente arquitectónico, una riqueza que se revela desde las viviendas dispuestas en el cinturón de los canales. Cada rincón esconde un poco de historia.

En la calle Prinsengracht 267, en un edificio discreto que poco llama la atención si no fuese por la cola de turistas a la puerta, está la Anne Frankhuis (www.annefrank.org). Es la casa donde la niña judía que quería ser escritora y periodista vivió con su familia durante la Segunda Guerra Mundial hasta que fueron denunciados, en 1944.

Se siente la carga de tensión en el aire mientras se recorren los aposentos del anexo secreto de la familia Frank y se ven en la pared fotografías y trechos del diario de Anne. Una visita conmovedora y obligada.

Cruzando la ciudad, en Paulus Potterstraat 7, se encuentra el Museo Van Gogh (www.vangoghmuseum.com), que acoge la mayor colección de obras del pintor en el mundo, más de 200 cuadros, además de una gran colección de otros pintores y escultores del siglo XIX.

Merece una visita para disfrutarse con calma y tiempo, ya que están allí varias obras de arte muy famosas como «El dormitorio» (1888), «Girasoles» (1889) y «Campo de trigo con cuervos» (1890).

Es la rica oportunidad de conocer la vida y la trayectoria de este artista holandés que en un período activo corto (diez años, desde 1880 hasta dispararse en el pecho, en 1890) produjo con enorme afán unas 800 pinturas, más de 1.000 dibujos y gran cantidad de acuarelas, litografías y cartas.

51 MUSEOS EN LA CIUDAD

Cerca del Museo Van Gogh, detrás de una imponente fachada, se puede visitar la colección del Rijksmuseum (www.rijksmuseum.nl), que alberga obras de los maestros de la pintura holandesa y flamenca de los siglos XV al XIX, con un énfasis especial en el XVII, el Siglo de Oro.

Pueden verse la «Ronda de noche» (1650), de Rembrandt; varios lienzos de Vermeer y una selección de porcelana de Delft.

También merece la pena pasar por el Het Rembrandthuis (www.rembrandthuis.nl), la casa museo donde vivió Rembrandt de 1639 a 1658.  Y si al visitante aún le queda apetito artístico, ¡que se entere que la ciudad posee 51 museos!.

Los numerosos mercados de flores (como el flotante Bloemenmarkt) son una de las atracciones más famosas de Amsterdam.

Se puede ver que entre colores y tulipanes también se anuncian variedades de la planta Cannabis, de cuyos extractos se obtiene la marihuana.

Ya el Vondelpark, un agradable parque de estilo inglés, con estanques y zonas de césped se puede disfrutar de un picnic en buena compañía, con la bicicleta al lado. Las encuestas más recientes censan 600.000 bicicletas en la ciudad.

Cerca se encuentra la bonita Vondelkerk, iglesia construida en 1880 y hoy reconvertida en oficinas. 

Siguiendo la calle Vondelstraat se llega a la ruidosa Leidsplein, una de las plazas más animadas de la ciudad, que en el siglo XVII era el lugar donde los viajeros debían dejar sus carros y caballos para entrar en Amsterdam.

Hoy se parece, en cierta medida, a un circo: la multitud divide espacio con músicos callejeros que tocan en el medio de la plaza. Se trata de un punto indiscutible de vida nocturna, con restaurantes, discotecas y gente por todos lados.

EL BARRIO ROJO

El corazón de la urbe es la plaza del Dam, donde se levantó el dique original del Amstel que dio nombre a la ciudad. «Dam», como se le suele llamar, está rodeada por el Palacio Real, la basílica gótica Niewe Kerk (merece la pena mirar las exposiciones que ofrece) y el Madame Tussaud Scenerama, el Museo de Cera de Amsterdam. En el centro de la plaza, estatuas vivientes completan el clima de fantasía.

 Nada lejos está la entrada al famoso Barrio Rojo, antiguo escenario de perdición de los marineros, hoy convertida en un centro turístico donde no hay placeres prohibidos.

Alrededor de 1200 prostitutas se alternan día y noche en las casi 400 vitrinas con luces rojas de neón.

En esta zona están además el Museo Erótico, el Museo del Sexo y el Museo del Hachís y la Marihuana. Se pueden añadir a la programación las discotecas con actuaciones pornográficas.

El contraste visual impresiona: iglesias en estilo gótico dividen espacio con un sinfín de sex-shops, a la vez que parejas o gente mayor  pasean al lado de los turistas en búsqueda de una satisfacción momentánea.

No se recomienda fotografiar a las prostitutas, tampoco charlar con los que ofrecen drogas en la calle. Para ello están los «coffe-shops», donde se puede fumar marihuana y hachís, entre otras «concesiones».

 Importante: los holandeses suelen ser bastante tolerantes, sin embargo asocian el derecho a la libertad individual con el respeto al sentido común. Saber reconocer este límite es el secreto para disfrutar la capital europea de la fiesta con la dosis ideal de diversión. EFE/Reportajes

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