Ana Féliz, ejemplo de fe y entrega

Ana Féliz, ejemplo de fe y entrega

Cada palabra que Ana Féliz pronuncia sale de lo más profundo de su ser. Por eso transmite las emociones que denotan que su corazón ha sido tocado por el Señor. Por las acciones que ha emprendido con amor y su entrega incondicional, su historia está impregnada de ese sentimiento especial que hace más humanos a hombres y mujeres.

Sin duda, la combinación de su nombre que significa “la llena de gracia” ha enlazado perfectamente con su misión de vida. Y es que quizás sin tomar en cuenta este detalle, tan pronto aceptó el llamado de Dios ha llenado de gracia y felicidad a las personas que forman parte de su epopeya cristiana.

Con alegría nos recibió en su hogar, y sentada cómodamente en su mecedora, nos narró que cuando cursaba el cuarto de la primaria sintió el llamado a la vida religiosa, pero no conocía ninguna monja, ni tampoco habían sacerdotes en su pueblo natal, San José de Ocoa, por lo que empezó a preguntar a la gente que tenía mucha fe dónde estaban las monjas.

Como el Todopoderoso se manifiesta grandemente, para dar respuesta a sus inquietudes, un buen día llegaron varios sacerdotes carmelitas procedentes de Canadá. Cuando lo supo se dirigió a la iglesia para conocerlos, aunque no sabían hablar mucho español logró comunicarse, y uno de ellos le regaló un libro con imágenes de todas las monjas. Al hojearlo empezó a decir “esta no me gusta, esta me gusta”.

Después quiso saber cómo eran las monjas del país, hasta que conoció a Las Mercedarias, pero éstas tenían como norma que si los padres no eran casados por la iglesia no aceptaban a la persona que se quería ingresar. “Yo sufrí mucho con esto. Como no podía formar parte de ellas seguí hablando con los sacerdotes canadienses y les decía que quería dedicar mi vida al Señor y servir a los pobres”.

Dada su insistencia por ser una religiosa congregada, los sacerdotes la llevaron donde las monjas dominicas para que viviera y trabajara en su colegio. En ese entonces había terminado la secundaria y pronto ingresaría a la universidad. “Me dieron una beca, y durante un año impartí docencia en segundo curso. Al final del año estaba convencida de que esas monjas me gustaban por su forma de ser tan alegres y justas, pues cuando era necesario castigar a una alumna no importaba quien fuera se le regañaba”.

También su vida de oración le gustó mucho, “yo las veía que siempre, tres veces al día iban a su capilla a orar. Como ese año ya estaba decidida a entrar a la congregación fui a mi casa a hablar con mi mamá, quien en principio me dijo que no, pero mis dos hermanas me ayudaron a convencerla. Todas me llevaron al colegio donde me inicié como postulante”.

Siguiendo su relato expresó: “Así comenzó mi historia, desde ese tiempo soy muy feliz porque le entregué mi vida a Dios. Hoy le doy gracias a Él y a las monjas que me aceptaran en ese lugar, donde descubrí que me quería quedar, porque me encanta el carisma dominico, que se basa en predicar la verdad y el Evangelio donde quiera que estemos y no sólo con la palabra, sino con actitud humilde y bondadosa”.

Este año es su jubileo, pues cumple 50 años de vida religiosa. El 17 del mes pasado preparó una Eucaristía para celebrar la ocasión con sus familiares y sus amistades. “Fue algo muy hermoso, escogí ese día para darles las gracias a todos, porque son parte de lo que soy”.

Al preguntarle sobre el papel que desempeñan las religiosas en la Iglesia católica, aseguró que es muy importante, porque ayudan con ahínco al prójimo “ser consagrada es vivir un estilo de vida desafiante, las monjas no se casan, ni hacen otras cosas que son normales para el pueblo, sin embargo cuando nos comprometemos llevamos con entusiasmo el mensaje de paz y de fe a todas las naciones”.

Agregó “y quizás ahora estamos conquistando más y más, puesto que estamos más conscientes de quienes somos como mujeres, porque la mujer todavía no tiene mucho espacio en la iglesia para predicar, pero no dejamos de tener un papel importante, y creo que la vida religiosa en este tiempo es muy difícil, porque hay muchas satisfacciones. La juventud tiene tantas opciones y la misma propaganda les hace alejarse un poco de la fe, pero la vida religiosa continuará con diferentes modalidades”.

Un cambio regido por el amor prójimo

Ana Féliz expresó que a partir del Concilio Vaticano II, las monjas dominicas fueron de las primeras que iniciaron algunos cambios bastante drásticos. En 1971 1972 ya estaban cambiando el hábito, porque se dieron cuenta que podían entrar más en el mundo con vestimenta civil. Hoy, tres décadas después su congregación tiene alrededor de 1000 hermanas.

Ellas tenían el colegio Santo Domingo que era considero de ricos, toda la gente que podía inscribía a sus hijos ahí, pero las hermanas eran muy generosas y daban becas a chicas de pobres. “Las hermanas nos dimos cuenta que afuera había un mundo que estaba muy necesitado, entonces regalamos el colegio a la iglesia para que continuaran educando más jóvenes, y nosotras decidimos irnos a trabajar a diferentes ciudades del país”. Ella enseñó en las escuelas parroquiales, trabajó con grupos de jóvenes. Con una gran sonrisa dijo que le encanta trabajar con jóvenes porque le inyectan mucha energía.

“Mis días más felices los pasé con los pobres de Jarabacoa, allá estuve 11 años trabajando en los campos, montando mulos, visitando las comunidades. Siempre recuerdo que nos íbamos a Manabao y teníamos que dormir allá porque nos quedábamos todo el fin de semana. Como hacía mucho frío, para bañarnos teníamos que bajar al río y poníamos traje de baño, todavía recuerdo esos días con mucho cariño”, citó.

“Es algo que viví, y que me encantó, fuimos a las diferentes comunidades a entrenar a los catequistas, a los evangelizadores, a los líderes comunitarios. Yo también estaba encargada de un grupo de mujeres a quienes se les enseñaba a coser, por eso contratamos a una profesional para que les diera clases de costura para que pudieran ganarse la vida cosiendo. Todavía está la tienda que abrieron dos mujeres que se graduaron para que las personas les compraran los cojines, carteras, bordados en punto de cruz. Esos son frutos del trabajo que he logrado ver”.

En ese tiempo también trabajó con un grupo de oración de jóvenes, con quienes preparaba la pascua juvenil. “Recuerdo que un Domingo de Resurrección hicimos una caminata y habían más de 1.000 jóvenes”.

Con relación a la receptividad de las personas manifestó que todos y todas estaban muy contentas de que ellas estuvieran en Jarabacoa, y tristes en el momento en que se fueron. ¿Quedan huellas todavía? Ella respondió que sí, muestra de ello es que el día de la celebración de sus 50 años, varios jóvenes que iban a Jarabacoa a hacer retiros, cantaron en la Eucaristía para ella. “Esos son de los buenos recuerdos que me traen, de hecho siempre que veo a unos viejitos que me esperan, y mis ahijados me mandan saludos”.

Una chica que fue integrante de los grupos de jóvenes ahora vive aquí en Santo Domingo, “ella me llama, hace unos días fui a su casa a comer y me agradece lo que aprendió y vivió en esos años, eso me hace sentir bien”. Me toman como punto de partida, por la calidad de vida espiritual de las personas que formamos.

A su entender, la formación religiosa que han recibido las personas que han formado les permite llevar una vida de fe firme, una vida de contemplación y oración. “Lo que pasa es que la vida religiosa es un reto. Yo creo que en el país hay muchas jóvenes que quieren pertenecer a una congregación, pero que no han sido tocadas, ni llamadas. Yo confío mucho en las personas que están viviendo su fe y que siguen creciendo”.

Misionera de la Buena Nueva

Ana Féliz continúa en el camino del Señor, pero ahora de manera diferente, que, según afirmó, no es nuevo, porque siempre la ha acompañado y son los trabajos de dirección espiritual y de retiros dirigidos y personalizados a pocas personas con quienes conversa cada día.

Destacó que las congregaciones religiosas se reúnen cada cierto tiempo en las asambleas. “Hace poco, con motivo de la celebración de mis 50 años nos reunimos en el Hogar Rosa Duarte todas las religiosas que pertenecen a esta zona”.

“Aquí tenemos un grupo de jóvenes de diferentes partes del país, y se reúnen en Santo Domingo para prepararse más en su fe y quieren asociarse a mi congregación porque les encanta el carisma dominico y la forma en que compartimos con los demás. “En uno de los encuentros se trató sobre la ecología y se les inculcó el amor a la tierra, al Creador”. Dijo que ahora les llegan más a las personas porque se preparan más y van a diferentes lugares a impartir cursos y talleres. “Nosotras ahora andamos sola, manejamos el vehículo”.

La religiosa indicó que su vida de contemplación ha estado fortalecida porque cada día se alimenta con la palabra de Dios. “Ahora siento un poco apenada, y es que como hace dos años estoy en Santo Domingo aún no tengo una parroquia para trabajar de lleno con la juventud. Pero eso puede variar porque estoy fuerte con mucho ánimo de servir a Dios y a mi prójimo”.

Expresó que la frase de las Sagradas Escrituras del profeta Miqueas que toma como norma de vida es: “Sólo te exige que practiques la justicia, que ames siempre y que camines humildemente delante de tú Dios”. Para ella es un ley de vida, porque afirmó que las hermanas dominicas se preocupan mucho la justicia “e inclusive un capítulo de las normas de la congregación es que todas debemos trabajar por los pobres de diferentes maneras, y el otro mensaje es amar siempre, eso fue lo que nos dejó Jesús en su paso por la tierra, así lo estableció al decir que vino para que todos tengamos vida en abundancia”.

Perfil

– Familia: Sus padres son Camilo Féliz y Juana Encarnación (fenecidos). Su madre de crianza, que era la hermana mayor de su padre era Fabiola Féliz.

– Sus hermanos de sangre son: Altagracia, Mirlita, Frank, Mireya y Fátima, y sus hermanos de crianza son: Mirla de Isa y Argentina de Reyes.

– Estudios: Cursó un año de medicina en la UASD, estudió una licenciatura en Filosofía y Teología, luego estudió Sagradas Escrituras y Biblia, y un año de Dirección Espiritual, en Estados Unidos.

A corazón abierto

Un libro: la Biblia y el libro “Caminar sobre las aguas”, de Antonio de Melo.

Una hora: desde las 6:00: a.m., hasta las 8:30 a.m., porque va a misa, hace sus ejercicios, desayuna y ora.

Un color: azul.

Una comida: el sancocho.

Una virtud: la alegría y la sencillez.

Un defecto: preocuparse.

Un consejo: “A mi pueblo que no se dejen llevar de las propagandas del mundo, que busquen a Dios, que caminen con Él, que le oren y le pidan luz y sabiduría y su vida cambiará”.

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