Anäis Nin, por las calles de su propio recuerdo

Anäis Nin, por las calles de su propio recuerdo

DIÓGENES VALDEZ
Anäis Nin es una escritora de élites. Fuera de determinados círculos literarios muy pocas personas han escuchado su nombre, y son menos todavía aquellos que han tenido un contacto profundo con su obra. En algunas referencizas críticas, a Anäis Nin se le asignan dos nacionalidades (la francesa y la italiana), aunque de acuerdo con una nota biográfica la Editorial Bruguera da a entender que ella realmente nació en París (Neully-sur-Seine).

Ella es autora de estupendas novelas cortas y de hermosos cuentos, recogidos en sendos volúmenes titulados Invierno de artificio (1939) y Debajo de una campana de cristal (1944).

Anäis Nin fue una mujer que deslumbró la sociedad parisina con su talento y belleza. Hija de un pianista y compositor español de nombre Joaquín Nin y de Rosa Culmell (danesa), fue incansable viajera desde su infancia, acompañando a su padre en tournées por diferentes países de Europa y de América. Muerto su padre, finalmente fija su residencia en Louveciennes, una ciudad cercana a París. Sus relaciones con las personalidades artística de principio de siglo fueron en cierto modo pecualiares, ya que al decir de Isabel Camps, tuvo la intuición de tratar íntimamente con aquellos escritores que supuestamente estaban incapacitados para narrar grandes historias, como Henry Miller, por ejemplo, teniendo el placer de presenciar lo más importante del proceso creativo de este notable escritor norteamericano. Entre sus amistades más cercanas se contaron Edgar Varesse, Jean Vardá, Antonin Artaud y el psicólogo Otto Rank.

Sin duda alguna lo más importante de toda su obra creativa lo constituye su diario, cuya primera edición fue publicada en la ciudad de New York, en la década de los 60. Hasta hace algunos años la mayor parte de su obra se encontraba publicada en inglés, aunque el idioma original que Anäis Nin utilizó para plasmar sus vivencias, fue el francés. De sus novelas, tal vez la más impactante, es aquella que titulara Ciudades del interior.

De su diario se desprende que las relaciones que ella mantuvo con su padre, tuvieron un marcado carácter edípico. Anäis Nin nunca llegó a casarse, y con la excepción de Henry Miller, no se ha llegado a conocer que tuviera una firme relación amorosa con hombre alguno, porque la personalidad del padre la tuvo siempre dominada.

Aparentemente, Anäis Nin era lesbiana, y Mona, la mujer de Henry Miller, constituyó su ideal amoroso, quizás, porque al igual que su padre, ella fue una mujer dominante. En cierto modo Anäis Nin tuvo muchos puntos de contacto con Gertrude Stein, matriarca de aquella generación que se llamó «perdida», y al igual que aquella tuvo la visión de elegir entre sus amistades más cercanas a varios escritores considerados marginales en la década de los años veinte, a quienes el tiempo logró confirmar como creadores de primer orden.

En 1920, los modelos a imitar en Francia eran Henri Barbuse, Francois Mauriac, Anatole France, Roger Martín du Gard y Romain Rolland. La experta en la obra de Anäis Nin, Isabel Camps, ha dicho que en cualquier sector de la intelectualidad hay una versión grotesca y una versión modelo, pero que Anäis Nin decidió apostar a la grotesca, como fue el caso de Henry Miller, bohemio que encarnaba en París la tradición de grand flaneur. Anäis Nin apostó a aquella imagen futura y no perdió, tal vez porque también estaba apostando a su propio talento.

Antes de la década del 60, Anäis Nin decidió revivir su pasado y volver a escribir. A partir de ese momento se dejó llevar por los recuerdos, escribiendo sus memorias sin el temor de aquellos que han agotado todas sus vivencias y que no tienen nada que ocultar.

Anäis Nin falleció en enero de 1977. Ha pasado ya bastante tiempo desde su partida, sin embargo, a pesar de su indiscutible talento, permanece relativamente ignorada. Sin duda alguna el mejor elogio a su obra lo realizó un hombre que recibió de sus manos grandes favores y una eficaz voz de aliento, en el momento que él más lo necesitaba: Henry Miller. En un artículo que escribiera en el «New York Book Review», Miller diría: «que jamás pretendió cancelar la deuda que tenía con ella, porque sabía que para Anäis Nin esa deuda quedó cancelada en el momento en que él escribió sus novelas Sexus, Nexus, Plexus; Trópico de Capricornio y Trópico de Cáncer.

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