En uno de sus diálogos Platón aborda el tema de los medios de comunicación. Para el gran filósofo griego esos medios eran solamente dos: el habla y la escritura. La música, el lenguaje matemático, las artes visivas, expresan realidades humanas de diverso rango, pero no logran comunicar ideas y sentimientos de manera precisa, accesible, discernible para todos. Platón no conoció los medios audiovisuales en el sentido que hoy damos a esa expresión. La radio, la televisión, son instrumentos de comunicación completamente distintos de la escritura.
Las imágenes de TV no tienen el orden sintáctico de las oraciones de un ensayo, de un discurso o un poema. El “régimen” expresivo de la televisión y del cine no es el de la gramática tradicional. Las imágenes superpuestas de la TV pueden acumular significados, encabalgarlos, diluirlos o bifurcarlos. El orden de los diversos miembros de una oración obliga al lector a tener presentes el sujeto y el predicado, el sustantivo y el adjetivo; el lector puede volver sobre el texto y reconsiderar sus elementos separados, esto es, analíticamente. El lector, de modo inconsciente, se hace reflexivo.
La gran capacidad de abstracción atribuida a los judíos tal vez se deba a que “el pueblo del libro” fue educado en la lectura de la Biblia durante milenios. La lectura desarrolla la facultad de razonar y estimula la memoria. La televisión es como las “artes escénicas”: transcurre o pasa; no podemos volver al comienzo del primer acto. Miles de jóvenes de esta época se han educado en la TV, en la radio. Por eso hoy existen en todos los países tantos “analfabetos cultos”. Personas informadas de cuanto ocurre en el mundo, con amplios conocimientos históricos, políticos, económicos, pero que no saben leer ni escribir.
Estos “analfabetos cultos” son incapaces de razonar más allá de los niveles elementales. Podríamos decir que la vieja educación era “sintáctica”, nos compelía a distinguir las modificaciones del adjetivo sobre le sustantivo, a retener mentalmente el sujeto… del cual se predicaba esto o lo otro. Se trataba de un largo entrenamiento escolar, que empezaba en la infancia y no terminaba nunca. De vivir hoy, el agudísimo Platón habría descubierto la enorme diferencia entre ambas formas de educación.