Para muchos hombres su relación con la mujer es aún de dueño y protector
Según han definido ciertas investigaciones, el machismo es una ideología que engloba el conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias destinadas a promover la superioridad del hombre sobre la mujer.
En varios países, sobre todo conservadores y tradicionalistas, sigue aún bastante arraigado (como en este) el concepto del machismo en la sociedad, el cual consiste básicamente en el énfasis o exageración de las características masculinas y la creencia en la superioridad del hombre. Además de esta exageración, el machismo incluye otras características peculiares atribuidas al concepto de hombría.
Ser hijo, hermano, novio o marido no exime a ningún hombre de tener asumidas conductas machistas que todas y todos hemos interiorizado durante años. Quizás de manera inconsciente, y a veces hasta rechazándolo de su figura ejemplo, pero involuntariamente, se quedan en uno costumbres, actitudes, prejuicios y conceptos, que aunque cueste aceptarlos, son machistas, o lo recién conocido, como micromachismo.
Palabra que está hoy en boca de todo el mundo, y podríamos definirlo como esos pequeños gestos sexistas o machistas, algunos de ellos muy sutiles, que ayudan a perpetuar roles de género, machismo, violencia suavizada contra las mujeres, hipersexualización, etc.
El simple hecho de situar a la figura masculina como un mero «ayudante» en las tareas de su propio hogar es, ya de por sí, machista.
En vez de esto, asumamos: «mi pareja y yo repartimos las tareas domésticas de manera igualitaria, como tiene que ser».
Quizás podríamos decir que los “micromachismos” son el eufemismo que usa el patriarcado para hablar de situaciones que, en realidad, son machistas, sin atenuantes. Hoy en día, se suele disfrazar al machismo llamándole micromachismo mientras se pasa por alto la violencia encubierta contra las mujeres o se ocultan actitudes sexistas o machistas.
Pasando los 16 días de activismo de este 2020 contra la violencia de género, urge reflejarles que según estudios recientes, aún para muchos hombres su relación con la mujer es la de dueño y protector acompañado de una superioridad no-sentimental y alejada. Mayormente individuos que pertenecen a la cultura de la pobreza, un macho muestra su masculinidad diferenciándose de la mujer sentimental y afectiva por su frialdad.
Ella ama, pero él conquista. El desapego emocional es parte de la «superioridad» del macho sobre la mujer.
En días pasados, comentaba con otras compañeras lo difícil a veces que es aquí acudir a un taller o tienda de informática, y a veces hasta a bancos, porque cuando se trata de lugares estereotipadamente masculinos, la mujer se hace invisible y el personal se dirige siempre al hombre en las conversaciones, incluso cuando la mujer es la titular del vehículo o de la cuenta en cuestión.
Un verdadero “macho” no puede tolerar que su mujer le conteste o ni siquiera que no le obedezca, menos, que no sea como él quiera que sea, haga, o diga. Un hombre debe aparecer como el jefe de la casa ante sus amigos hombres si no ha de perder su fama de macho, vivos ejemplos de lo que respiramos a nuestro alrededor.
Seguramente el camarero por ejemplo, no lo haga conscientemente, pero es una costumbre heredada del pasado, cuando la relación entre hombres y mujeres no era de igual a igual sino que ellos asumían el rol de poder.
Los invito a que todos y todas hagamos un ejercicio de sinceridad con nosotros mismos y revisemos esos pasos que damos, y esas actitudes que aceptamos que no estén favoreciendo el que podamos confrontarlos con su masculinidad y dejen de tener miedo del feminismo.
*La autora es psicóloga clínica