Analizando nuestra mortalidad

Analizando nuestra mortalidad

El don más preciado del que todos disfrutamos  es el de la vida. Esa hermosa propiedad  con la que venimos al mundo la perdemos en el momento en que nos sorprende la muerte. Bajo condiciones normales no existe un ser humano que desee morir, muy por el contrario cada uno de nosotros desearía eternizarse.

Sin embargo, existe una fatídica ley natural la cual sentencia que todo lo que nace muere. Otra necia ley establece el cambio como una realidad constante e infinita; nada permanece igual, la inmovilidad es un mito. Parecería que estamos enunciando un fatalismo inevitable cuando en verdad lo que haremos será analizar los fallecimientos con el propósito de plantear la necesidad de mejores perspectivas de vida para la población.

Las estadísticas son una herramienta muy valiosa para interpretar los datos que se registran en la sociedad en un periodo de tiempo determinado. Durante el mes de febrero 2011 el Instituto Nacional de  Patología Forense realizó 168 autopsias de las cuales 81 correspondieron a casos de homicidios, 54 resultaron ser fallecimientos naturales y 25 fueron muertes accidentales. El resto incluyó cinco suicidios y tres decesos indeterminados. ¿Qué sucedió durante el mes de marzo 2011? Ocurrió que el total de defunciones subió a 177 de las cuales hubo 96 casos de homicidio, 50 muertes naturales, 20 fallecimientos accidentales y seis suicidios. Como puede verse, hay un incremento ligero en el total de muertes pero se nota un aumento significativo en la cantidad de homicidios.    Recordemos que el homicidio es una categoría de tragedia evitable puesto que es la consecuencia de una acción voluntaria y fatal contra un ser humano.

¿Por qué matan los seres humanos? ¿A qué factores obedece este incremento homicida en el caso particular de la República Dominicana?

¿Cuáles son las víctimas favoritas del homicidio? La respuesta es que la inmensa mayoría de estos desafortunados son jóvenes de extracción humilde y con bajo nivel de escolaridad. Viven en condiciones deplorables, un considerable número de ellos son usuarios de drogas y pertenecen al lumpen proletario. ¿Qué decir de las defunciones naturales? Tenemos  adultos hipertensos y coronarios sin tratamiento o mal tratados, que nos sorprenden al  desplomarse con un súbito  paro cardiaco. En el caso de las embarazadas han sufrido sangrados mortales, infecciones severas, o enfermedad hipertensiva mal atendida. El comentario de la mortalidad infantil será tema de otra entrega.

Debemos y podemos mejorar las probabilidades de una mayor estancia terrenal  con una mejor calidad de vida. Si queremos cambiar las actuales estadísticas de mortalidad nacional tendremos que emplearnos a fondo en una larga pero fructífera campaña de promoción de la salud en un ambiente limpio y fresco, prevención de las enfermedades, tratamiento efectivo y oportuno de los padecimientos, así como la rehabilitación de las personas que han sufrido daño extenso ya sea físico o emocional. Pensando en el bienestar colectivo llegamos a la felicidad individual. Urge que se promueva un clima de paz social con oportunidades de empleo para la juventud y un reparto más equitativo de bienes y servicios. Existe un gran espacio para mejoría tendente a restarle varias décadas a la muerte, dejando como herencia a las futuras generaciones mayores expectativas de vida.

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