Anarquía se apodera de ciudad

Anarquía se apodera de ciudad

NUEVA ORLEANS (AP).- El paso del huracán Katrina desencadenó la muerte y la incertidumbre, pero con el paso de los días la anarquía se ha instalado en esta ciudad, una de las zonas más afectadas. Su alcalde, pese a la ayuda que llegó, pidió el jueves un “SOS desesperado”. 

La situación es desoladora. En medio de evacuaciones y ayuda de las autoridades, se produjeron pleitos e incendios, cadáveres yacían al aire libre y helicópteros de rescate y policías eran víctimas de ataques con bala.

La ira crecía en la ciudad en ruinas, con miles de afectados cada vez más hambrientos, desesperados y cansados de esperar autobuses que los desalojaran.

“Estamos aquí afuera como animales. No tenemos ayuda”, dijo el reverendo Issac Clark, de 68 años, frente al Centro de Convenciones de Nueva Orleáns, donde yacían cadáveres en la calle. Algunos desalojados se quejaron de que los dejaron ahí y no les dieron nada: ni alimentos, ni agua ni medicinas.

La solicitud desesperada del alcalde Ray Nagin se produjo incluso cuando llegaban efectivos de la Guardia Nacional para restablecer el orden y detener los saqueos, robos de automóviles y tiroteos que se han apoderado de Nueva Orleáns después de que Katrina y la rotura de dos diques inundaron gran parte de la ciudad.

Entre 15.000 y 20.000 personas que se refugiaron en el centro de convenciones para aguardar la llegada de los autobuses estaban cada vez más molestas e inquietas en lo que parecía ser una situación que podría transformarse en algo peor. Con la esperanza de tranquilizarlos, el alcalde les dio permiso para que cruzaran un puente a la margen oeste de la ciudad, la cual no está inundada, para que busquen ayuda.

En una declaración a la televisora CNN, dijo: “Este es un SOS desesperado. En este momento ya no tenemos recursos en el centro de convenciones y no esperamos la llegada de suficientes autobuses. Necesitamos autobuses. El centro de convenciones ya es inseguro y sin las condiciones sanitarias adecuadas, y nos estamos quedando sin provisiones”.

En Washington, el secretario de Seguridad Interna Michael Chertoff dijo que el gobierno está enviando a 1.400 efectivos de la Guardia Nacional al día para que ayuden a detener los saqueos y otros delitos en Nueva Orleáns, donde agregó que ya se encuentran 2.800 miembros de la Guardia.

Sin embargo, en la abrumada ciudad los mismos rescatistas fueron atacados por los afectados por la tormenta.

“Los hospitales están tratando de evacuar”, dijo la teniente comandante del Servicio de Guardacostas, Cheri Ben-Iesan, portavoz del centro de operaciones de emergencia de la ciudad. “En cada uno de ellos, llegan informes de que a medida que los helicópteros se acercan la gente les dispara. Hay gente que simplemente le está disparando a la policía y a los helicópteros, diciéndoles: ‘—Más te vale que rescates a mi familia!”.

Algunas operaciones de rescate de la Agencia Federal de Administración de Emergencia (FEMA) se suspendieron en áreas donde se han producido tiroteos, dijo Russ Knocke, portavoz del Departamento de Seguridad Interior, en Washington. “En zonas donde se ha determinado que nuestros empleados podrían estar en peligro, nos hemos retirado”, dijo.

Un policía militar de la Guardia Nacional recibió un tiro en la pierna mientras él y un hombre forcejeaban por el rifle del policía, dijo el capitán policial Ernie Demmo. El hombre fue arrestado.

“Estas son buenas personas. Simplemente están asustadas”, dijo Demmo.

Frente al Centro de Convenciones, las aceras estaban llenas de personas sin alimentos, agua ni atención médica. Miles de refugiados de la tormenta han permanecido en las calles durante días, esperando autobuses que no han llegado.

Al menos siete cadáveres estaban esparcidos afuera, y personas hambrientas, cansadas y desesperadas rompieron las puertas de acero de una entrada de servicio para alimentos y comenzaron a sacar botellas de agua y jugo, y todo lo que podían.

“Yo no trato a mi perro así”, expresó Daniel Edwards, de 47 años, mientras señalaba una mujer muerta en una silla de ruedas, cubierta por una sábana y rodeada por bebés hambrientos que lloraban. “Enterré a mi perro”, dijo. Y agregó: “Uno puede hacer todo por otros países, pero no puede hacer nada por su propia gente. Uno puede ir al exterior con los militares, pero no puede traerlos aquí”.

El Superdome, donde unos 25.000 evacuados eran trasladados en autobuses hacia el Houston Astrodome, quedó inmerso en un caos. También había cadáveres, personas iracundas y un hedor penetrante tras días sin un baño.

Con la esperanza de abandonar el confinamiento en el estadio, las multitudes se aglomeraron en la principal explanada exterior, un mar de personas tensas, irritadas, apretadas hombro a hombro junto a barricadas fuertemente vigiladas por soldados armados de la Guardia Nacional.

Y se desataron algunos disturbios. Una rampa de descarga de basura del estadio ardía, pero un comandante de la Guardia Nacional dijo que no afectaba la evacuación.

La gente gritaba “—Ayuda, ayuda!”, mientras los periodistas y fotógrafos caminaban cerca.

Los primeros 500 autobuses cargados de personas que fueron evacuados del Superdome de Luisiana llegaron el jueves temprano a su nuevo refugio: otro estadio deportivo, el Astrodomede Houston, ubicado a unos 560 kilómetros (350 millas) de donde estaban.

Pero el servicio de ambulancias encargado de evacuar a los enfermos y lesionados suspendió los vuelos después que se efectuaron disparos a un helicóptero militar.

El ejército, que supervisa el traslado de las personas que están en buen estado de salud, continuó con el operativo terrestre sin interrupción, dijo el teniente coronel de la Guardia Nacional Pete Schneider.

Sin embargo, los incendios de afuera impedían que los autobuses se acercaran a recoger a la gente.

El presidente George W. Bush, en tanto, recorrerá la devastada zona el viernes, anunció la Casa Blanca, y le pidió a su padre y al ex presidente Bill Clinton, que encabecen una campaña privada para recaudar fondos para las víctimas.

El presidente ordenó medidas enérgicas contra los que cometan delitos.

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