Andadura del mundo

Andadura del mundo

Inviernos, primaveras, otoños, veranos, son cambios inexorables de un tiempo que nos parece eterno. Los hombres se adaptan a las estaciones, como las aves, abejas y hormigas. Pájaros e insectos, astrónomos y botánicos, poetas, pintores y músicos, no pueden escapar de las reiteradas modificaciones de la naturaleza. El compositor italiano Antonio Vivaldi convirtió en sonidos los sentimientos que producen en nosotros “Las cuatro estaciones”, o sea, las grandes tajadas de la eternidad. Igor Stravinsky, por encargo de un empresario de ballet, escribió “La consagración de la primavera”. El gran poeta chileno Vicente Huidobro concibió la idea de “regular el otoño”; quizás para que las hojas no cayeran de los árboles con tanta rapidez y tristeza.

Las ramas peladas de los árboles nos hacen pensar en esqueletos vegetales; a menudo son símbolos de la caducidad de la vida o de la eternidad del tiempo. La existencia de árboles petrificados es la prueba geológica de que percibimos el tiempo en forma “incompleta” y “relativa”. Las diversas estaciones nos ayudan a entender el misterio de la “duración” y del espacio. El “reloj esencial” está en los inviernos y en las primaveras, en las etapas de nuestras propias vidas. Clepsidras, péndulos, calendarios, son meros instrumentos auxiliares de medición para cortos periodos.

Miguel Ángel, considerado el más grande escultor del siglo XVI, cinceló o pintó obras maravillosas para los papas Julio II y León X; pero también es el autor de las famosas estatuas del sepulcro de los Medicis, en la sacristía de la iglesia de San Lorenzo, en Florencia. “El día y la noche”, “La aurora y el crepúsculo”; juventud y vejez, en el hombre y la mujer, son “estaciones” del paso del tiempo, etapas de la “duración” en los seres vivos. Todo ello referido a los grandes movimientos planetarios.

El pintor Gustav Klimt, hijo de un músico de Colonia y discípulo de Courbet, pintó un célebre cuadro dedicado a las tres edades de la mujer. El cuadro incluye una niña, una mujer joven y otra mujer muy arrugada. El gozoso pintor de aristócratas vieneses de fin del siglo XIX, topó con la fugacidad de la belleza en las mujeres. Todos estos caminos conducen a las divinas andaduras cósmicas. (8/4/2013).

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