Ante los desaguisados, el miedo y la falta de responsabilidad de asambleístas que fabrican una nueva Constitución, se imponen algunas reflexiones:
Aunque a los asambleístas de 1963 les decían come yerbas, produjeron el mejor texto constitucional de la historia republicana.
De entonces acá se descuidó la educación que forma al hombre moral y para formar un legislador se necesita ciertamente educarlo en una escuela de moral, de justicia y de leyes.
Es penosa una asamblea que confecciona una Constitución como un traje a la medida, es una imposición arbitraria, acomodaticia fruto de gente que pone sus intereses por encima de los de la mayoría.
El pacto Leonel Fernández-Miguel Vargas impone bozales, narigones y camisas de fuerza, lo cual es propio de hombres a quienes hay que temer huid del país donde uno solo ejerza todos los poderes: es un país de esclavos.
No es lo asequible lo que se debe hacer, sino aquello a que el derecho nos autoriza ¿acaso hay derecho a aceptar las presiones públicas y soterradas de la iglesia Católica y sus grupos, para imponer sus criterios?
¿Qué pasaría si cada sector del país se traslada al Congreso para que los asambleístas legislen en beneficio de los intereses de cada grupo, en contra de los intereses generales?
Los Códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas ocurre lo contrario no son los virtuosos y patriotas, aunque sí algunos ilustrados quienes trabajan obedeciendo órdenes de sus partidos no para el bienestar de la República.
Nos venden como moral lo que es indecente. Saben que la corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad, que sin fuerza no hay virtud, y sin virtud perece la República.
Las complicidades facilitan la impunidad de los delitos (lo que) hace que estos se cometan con más frecuencia, y al fin llega el caso de que el castigo no basta para reprimirlos
No persiguen al sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce una mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política.
El modo de gobernar bien es emplear hombres honrados, aunque sean enemigos, pero hacen lo contrario.
Debemos propiciar que: los hombres de luces y honrados son los que debieran fijar la opinión pública. El talento sin probidad es un azote. Los intrigantes corrompen los pueblos desprestigiando la autoridad.
Las frases entrecomilladas son del Libertador Simón Bolívar.