Andamos mal

Andamos mal

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Corrupción, transparencia, honradez, decencia, cumplir la palabra empeñada y los horarios, honrar a Dios, respetar a padres, maestros, a los mayores, la autoridad, parecen conductas rechazadas, superadas por la mediocridad y la búsqueda de riqueza y bienestar a cualquier precio.

En realidad se trata de principios y conceptos que contribuyen al desarrollo de una nación, cuando se cumplen y que se convierten en retrancas que mantienen en el pasado a cualquier país, cuando no se respetan.

Lástima que las autoridades siempre ofrecen un paño con pasta al calzado, en vez de darle una buena limpieza.

Desde que se aprendió a barrer hacia dentro, desde que se descubrió que si se levanta la alfombra el polvo que se empuja debajo de ella no se ve, caminamos transitando un camino equivocado.

Cualquier día usted enciende la televisión, la radio o lee un periódico o revista y se dará cuenta de que la mayor parte de los avisos pagados ofertan productos que poco o nada tienen que ver con del desarrollo, con la producción agropecuaria o industrial de la nación.

Cualquier día usted busca en los medios de comunicación y lo que encuentra es la misma solfa, el mismo telelé que sufrimos durante las últimas décadas:

-políticos hablando plepla -maestros que no enseñan nada pero quieren sueldos altos

-tígueres que de la noche a la mañana se convierten en potentados -médicos cuyo único empeño es hacer fortuna

-ingenieros cómplices de la corrupción con obras de grado a grado

-autoridades que se enriquecen al conceder obras públicas sin licitar

-periodistas vendidos, defensores de causas injustas e inmorales

-autoridades militares y policiales que deshonran el uniforme

-muchachas que se prostituyen vendiendo su belleza

-homosexuales desvergonzados que exhiben su preferencia sexual contra natura padres que exhortan sus hijos a enriquecerse a como dé lugar

-familias que aceptan sin escrúpulos la súbita riqueza de un miembro

-gente que vende las hijas al que más tiene, para que vivan bien, y paro de contar.

¿Qué ocurre?

¿Hacia dónde vamos?

¿Aún somos un país, una nación, una sociedad con objetivos comunes?

¿En dónde se extravió, o se perdió, el objetivo de construir un país más sano, mejor educado, donde imperen la justicia y el respeto a los derechos de cada uno, donde el trabajo sea el medio de obtener riquezas y dignidad?

¿Quién o quiénes representan los mejores valores morales?

Mientras resbalamos en el declive de la degradación social, proliferan y están en auge los negocios de juegos, loterías, viajes ilegales, venta de mujeres jóvenes a extranjeros que les dan la oportunidad de prostituirse fuera del país.

Prospera por Internet, o cualquier otro medio, la oferta de turismo sexual normal y homosexual, la pornografía se abrió paso en distintos niveles y por distintos canales, hermosas jovencitas atan su futuro a ganar un certamen de belleza, muchas de las cuales se venden a quien tiene más dinero.

Mientras, las aguas de los ríos se precipitan en el mar sin que se les dé el uso intensivo adecuado para producir energía y para la agricultura y la pecuaria, la cubierta boscosa desaparece por la tala indiscriminada y por fuegos que nunca se sabe si fueron intencionales para beneficiar la madera, no hay un programa serio de autonomía alimenticia. No hay. No hay. No hay.

El rosario de problemas que nunca disminuyen muestra debilidades que debemos combatir, ayer, hoy, mañana. Sin desmayar.

Ante ese panorama ¿acaso usted se atreve a sostener que alguna institución nacional responde a un modelo de honestidad, respeto a los demás, seriedad y credibilidad en sus planteamientos, cuyos miembros tengan entre otras divisas el combate serio y cierto contra la corrupción, en todas sus manifestaciones?

Respóndase usted, la última pregunta.

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