Hace aproximadamente 36 años escribí: En todas las repúblicas de América hay una peculiar tradición intelectual formada por hombres que se han preguntado por “el ser” de sus respectivos países. Han querido reducir a fórmula o esquema las particularidades de sus sociedades. Se han preguntado angustiados: ¡Dios mío qué cosa somos! Es esta una pregunta que tiene muchos lados o aspectos. Quiere decir que no sabemos cuál es nuestra psicología social; también quiere decir que no tenemos claras normas de cultura; de modo tangencial, estos hombres confiesan, casi sin quererlo, que no poseen una interpretación histórica de nuestras sociedades. Por último, sus preguntas se dirigen al área de la política. ¿Somos ingobernables? ¿Somos económicamente dependientes? ¿Es imposible la democracia en la América hispánica?
Estas averiguaciones desesperadas –hechas a veces sin el instrumental intelectual adecuado y sin reglas metódicas- son sociales, históricas, políticas y culturales. La búsqueda de “el ser” no se refiere aquí a la “substancia” griega que ha enmarañado las cabezas de los filósofos durante siglos. Ser es, en este caso, sinónimo de consistencia. ¿En qué consisten nuestras sociedades mestizas, mulatas, euroindias, afroantillanas? Quedan así incluidos en el “emburujo” teórico el tema de la raza y el de la cultura en general.
Unos han inquirido por la religión, sea esta cristiana o africana, americana-precolombina, o importada de Asia o de Europa. Otros han mirado hacia la economía; otros se han preguntado si religión y cultura son o no sistemas comunes de referencias sociales. Quieren saber si en las sociedades iberoamericanas participan, todos los grupos y todas las clases, de algunas creencias, opiniones o condicionamientos. Desean saber qué cosas comunes unen a blancos y a negros, a ricos y pobres.
Esta manera tan compleja de escarbar intelectualmente llega, desde lo social e histórico, a tocar cuestiones de arte y de estética. Los nativistas, indigenistas y teluristas pelean contra hispanistas o universalistas. El asunto es una indagación tan profunda, que pone los dedos mentales en nuestra sexualidad, en nuestras maneras sapienciales de filosofía; y también en nuestras costumbres, gobiernos, artes, cultura y sentimientos; hasta se pretende escrutar en el futuro de este “continente de esperanza”, una esperanza que no se cumple. (La feria de las ideas, 1979).