Andrés Ferreiras – Más allá de lo que vemos

Andrés Ferreiras – Más allá de lo que vemos

El noventa por ciento de la información que recibimos es a través del sentido de la visión. Por medio de las ventanas del alma, como llaman los poetas a los ojos, nuestros niños y adolescentes perciben toda clase de imágenes, al permanecer frente a un televisor unas 14,000 horas al año. Sin embargo, la cantidad de horas frente a un profesor o un libro, apenas llega a las 10,000 en el mismo período.

¿Qué tanto de verdad hay en las imágenes que percibimos? ¿De qué nos sirven las imágenes que nos brindan y cuál es su aporte a nuestro conocimiento formal?

Giovanni Sartori, en su obra «Homo Videns, La Sociedad Teledirigida» sustenta muy bien su tesis de que «el video está transformando al Homo Sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns, para el cual la palabra está destronada por la imagen».

El hombre se diferencia de los animales en su capacidad de abstracción y en poder representar la realidad mediante símbolos o palabras, que puede comunicar mediante el lenguaje, oral, escrito y en menor grado, mímico. Al sustituir la escritura y las palabras por una imagen, recibimos la información también, con la diferencia de que nuestro subconsciente considera que la imagen es más fiel a la realidad que otros tipos de información.

En la totalidad de los casos, al receptor de imágenes se le considera pasivo, no existe interacción con quien origina el mensaje y tampoco se tiene tiempo de razonar la imagen, pues se podrían perder los detalles posteriores a su captación. A esto, Sartori llama «primacía de la imagen, es decir, lo cual nos lleva a un ver sin entender».

Es imposible que alguien sea capaz de comprender todas las palabras que existen una vez las escucha o las lee; pero todos tenemos la habilidad de captar una imagen, sin necesidad de que nos la expliquen.

El hecho de que las imágenes se reciban en forma continua y pasiva, ha contribuido a acrecentar lo que podríamos llamar haraganería mental entre nuestros estudiantes.

Como profesor universitario he tenido la experiencia de preguntar a mis alumnos, en su mayoría avanzados en los estudios, sobre el tipo de lectura que abordan, aparte de los textos. Entre el 10 y el 15% de nuestros estudiantes universitarios lee en sus ratos de ocio; los demás ven televisión o se dedican a otras actividades que en nada ayudan a su formación como futuros profesionales o a su desarrollo intelectual. Prefieren ver una película que leer un libro, interactuar mecánicamente con un juego electrónico, que resolver un problema escrito o llenar un crucigrama donde tengan que auxiliarse de algún diccionario o enciclopedia.

¿Qué hacer en esta era de la información globalizada. Donde los medios de comunicación masiva tienen cada vez más incidencia en nuestra vida diaria, guiando nuestra forma de pensar y sentir, de actuar y reaccionar, vestir, bailar, conversar y criticar?

Muchos futurólogos han coincidido en que vivimos en una era para la cual no estamos preparados. El avance vertiginoso de la tecnología parece que sobrepasa a nuestra capacidad de adaptarnos a ella. Cada vez tenemos más información y menos tiempo para leer, filtrar, rechazar/aceptar y aprovechar su contenido.

La violencia, la estupidez, las mentiras, las deformaciones, los chismes y el contenido inútil, inundan los medios masivos de comunicación, sin sacar beneficio alguno para mejorar nuestra sociedad.

De los canales en nuestros sistema de televisión por cable, sólo unos pocos difunden programas con contenido educativo, los demás nos atiborran de musicales ridículos, deportes de todo tipo, fantasías, programas y películas para matar el tiempo, y con el tiempo, parte de nuestra inteligencia.

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