Andrés L. Mateo, Premio Nacional de Literautra 2004: Un motivo más para crecer intelectualmente

Andrés L. Mateo, Premio Nacional de Literautra 2004: Un motivo más para crecer intelectualmente

Los salesianos, el barrio San Juan Bosco, donde nació y creció, orientaron sus primeras lecturas, ambientaron sus cuentos iniciales. Pisar los dedos de Dios, la novela número uno de su vida, se desarrolla en ese colegio donde recibió de pequeño el pan de la enseñanza. Ernesto Buzón, Andrés Nemet, Enrique Mellano, Vicente Horbart, sus sacerdotes preceptores, lo vincularon al pensamiento filosófico de Julián Marías, a Machado, Alberti, Aleixandre, a los clásicos griegos. El vecindario está presente en sus poemas, gratitudes y recuerdos. La calle Jaragua de los Monsanto, la maestra que lo alfabetizó, la enajenada que despertaba su curiosidad infantil, los compañeros de estudios y de juegos son personajes latentes en su variada producción laureada.

Andrés Luciano Mateo Martínez vivió en ese entorno desde el treinta de noviembre de 1946, cuando vino al mundo, hasta los veintiún años en que la familia se mudó a la Eusebio Manzueta, la Concepción Bona, los alrededores de Radio Televisión Dominicana pero, sin embargo, su vida de relación social, sus remembranzas y nostalgias siguieron girando alrededor de esa iglesia, ese centro educativo de sus años mozos. “Era un referente bastante común, en esa época la ciudad era pequeña como un pañuelo y prácticamente no había otra forma de invertir el tiempo que no fuese yendo a San Juan Bosco, era el encuentro de la juventud que no tenía ninguna otra forma de ocupar su espacio, Trujillo lo llenaba todo”, comenta.

El Premio Nacional de Literatura 2004 es la conjugación de un temperamento sensible, conmovido por las injusticias sociales que comenzó a combatir desde la adolescencia, con la del trabajador temprano, el estudioso permanente y actualizado, el intelectual de espíritu rebelde y verbo fluido, apasionado de la polémica, nunca indiferente a la crítica.. Hijo de Antonio Mateo Peguero y Guadalupe Martínez Reyes es el Luciano de la familia, como el abuelo materno, viejo emblemático, icónico.

El liceo Juan Pablo Duarte le tuvo como alumno y líder. Fue el primer dirigente de la Asociación Nacional de Estudiantes Intermedios, Secundarios, al mismo tiempo que ganaba el sustento como empleado del Seguro Social, a los dieciséis años. Allí también le persiguió la literatura, la lucha política. Era el asistente del filósofo Armando Cordero, que después lo designó subjefe de Relaciones Públicas, y el secretario general del sindicato.

[b]LITERATURA Y POLÍTICA[/b]

Manuel Valldeperes representó el apoyo de sus primeras inquietudes literarias al acoger en las páginas de El Caribe su poema Este barrio no tiene nada de hermoso, que ilustró Almonte, el emisario de esta producción juvenil de Andrés que figura en casi todas las antologías. “De ahí en adelante seguí siendo amigo de Manuel, él publicaba mis textos, en algunos casos los corregía, me prestaba libros, me servía de orientador, era un hombre sumamente generoso, porque en esa época yo no tenía ninguna importancia social”.

En el trujillato, refiere, “aquí no circularon las corrientes del pensamiento, nosotros estuvimos al margen propiamente de una expresión marxista de la sociedad, de una visión de los procesos históricos desde el punto de vista del marxismo, hasta la desaparición de Trujillo, que es cuando entran las corrientes del pensamiento universal”. Llegó entonces un periodo para Mateo en que “todas las opciones de carácter estético y político” comenzaron a enlazarse, después de la revolución de abril.

Surgió el grupo La Isla, con él, Wilfredo Lozano, Norberto James Rawling, Antonio Lockward Artiles, Fernando Sánchez Martínez, Jorge Lara, José Ulises Rutinell Domínguez y otros, que les permite el título de escritores como tarjeta de presentación. Recorrieron el país ofreciendo recitales, se promovieron en el programa Ecos, junto a Nóbel Alfonso, por Radio Cristal, en El Nacional, gracias a la acogida de Freddy Gatón Arce. Con una pequeña nota del distinguido poeta y periodista, Andrés siguió siendo reconocido con otro poema: Dos historias terribles.

La Isla se esfuma, pero el inquieto muchacho de don Bosco traslada sus inquietudes a Radio Visión para producir La cultura en Santo Domingo con José Enrique Trinidad, Carlos Francisco Elías, Norberto James, Otto Fernández, Humberto Frías. Todos eran de izquierda y entendían que el arte no tiene una razón de ser en sí mismo si no se relaciona con la vida social. Ese medio, explica, estaba al servicio de la causa de las izquierdas, en los duros doce años de represión balaguerista. Ellos, los Brea Peña, dueños de la emisora, recibieron gran presión, ellos por combativos y “confrontantivos”. Mateo rememora la protesta contra la prisión de Fafa Taveras, Cocuyo Mieses, Edgar Erickson y Moisés Blanco Genao que tuvo repercusión internacional.

En ese convulso periodo publicó su primer libro, Portal de un mundo, que popularizó el coro de la Autónoma y que editó el Movimiento Cultural Universitario. Eran los tiempos de Andrés como militante del Partido Socialista Popular, dirigente y máximo dirigente de la Zona 5, y después como miembro del Partido Comunista Dominicano.

En 1971 se marchó a Cuba porque él y Norberto James decidieron que no querían sonar como tambora, como suena mucha gente escueta y vacía por dentro, querían aportar algo a la sociedad dominicana. Estudió filología hispanoamericana, en la Universidad de La Habana, de la que tiene licenciatura. En 1989 inició allí sus estudios doctorales, graduándose con honores en Ciencias Filosóficas, en 1993, con su tesis Mito y cultura de la era de Trujillo, Premio Nacional de Novela de la Secretaria de Estado de Educación en 1992, Premio Nacional de Ensayo en 1993. En la hermana antilla casó con la cubana María Isabel Martínez, madre de sus dos hijos: Giselle Marie y Andrés Raúl. Hoy divorciado, es mamá y papá, confiesa.

[b]EL REGRESO[/b]

Retornó al país en 1978 después de un prolongado impedimento de entrada. Volvió a escribir en casi todos los diarios nacionales y desde entonces imparte cátedra en la UASD, APEC, INTEC. Ha recibido más premios: el de la Excelencia Periodística, el Premio de Novela de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, el Caonabo de Oro. Y ha continuado escribiendo. Otros libros de su autoría son La otra Penélope, La balada de Alfonsina Bairán, Manifiestos Literarios de la República Dominicana, Antología de la Post guerra: Joven poesía dominicana, Camila Henríquez Ureña: La virtud del anonimato, Al filo de la dominicanidad, Las palabras perdidas, Pedro Henríquez Ureña: errancia y creación, casi todas reproducidas y editadas internacionalmente.

El ex director de la Biblioteca Nacional, de la Editora Universitaria y actual subsecretario de Cultura ha incursionado en casi todos los géneros literarios, incluidas dos obras de teatro que no ha dado a la luz por ser muy exigente consigo. Su vida está concentrada en el estudio, la docencia, la lectura. Los fines de semana asiste a las tertulias del Supermercado Nacional y a la de la Librería La Trinitaria donde previamente echa un párrafo con su cuate Virtudes Uribe. Uno de sus grandes amigos es el escritor, poeta y secretario de Cultura Tony Raful. Baila poco, pero muy bien, asegura, y va mucho al cine.

De su paso por Cultura le queda la satisfacción de haber incentivado, fortalecido, las bibliotecas multiuso, físicas, virtuales, y la atención global al patrimonio monumental. El remozamiento de la Biblioteca Nacional, destruida por el huracán Georges, fue su obra.

[b]ESTE PREMIO[/b]

“Yo siempre he visto los premios como una forma de concretar un diálogo imaginario que todo escritor tiene con su público. En este caso, yo no esperaba este premio, lo admito con toda honestidad, aunque mucha gente mal intencionada pueda decir cualquier cosa, pero yo suponía que en algún momento lo podía ganar y mi carácter, mi personalidad, siempre me han mantenido al margen de los premios, aunque los he obtenido. Temo que este premio es un bello estímulo en un momento que quizás yo lo necesitaba, un estímulo que no tiene nada que ver con lo material”, afirmó Andrés.

Significó que en este momento hay un decaimiento general de la vida espiritual de la nación, que el ambiente cultural está enrarecido “pues estamos muy próximos a un cambio de poder y mucha gente recurre a la infamia para hacerse sonar”, y se ha tomado en cuenta su presencia en el Gobierno. “Yo no creo que hay que encanallecerse por obtener recompensas inmediatas, no creo que valga la pena empobrecerse espiritualmente ni por un premio ni por un cargo, ni por nada. Yo, que no tengo otra riqueza que no sea la espiritual, y que me he sabido administrar en coyunturas de todo tipo, creo que a lo único que puede contribuir este premio es a permitirme pasar un inventario de mi propia vida, y a partir de ese inventario ser mucho mejor, tener una conciencia profesional más definida frente al trabajo intelectual, algo que siempre he asumido en una sociedad donde la lucha entre el parecer y el ser termina doblegando al ser, porque es más comercial, más ventajoso, parecer que ser”.

Añadió que “ser es muy difícil en la sociedad dominicana porque ser supone estudiar, trabajar realmente, mientras que parecer, en una sociedad de fantoches y aguajeros, es más fácil, más exitoso”.

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