Andrés Lugo enlutece cirugía oncológica

Andrés Lugo enlutece cirugía oncológica

Por trece años consecutivos fui testigo matinal del erguido transitar de un espigado ébano, impecable en el vestir, pulcro, nítido y sonriente, cargado de optimismo con quien diariamente me encontraba en el parqueo del Instituto Oncológico Dr. Heriberto Pieter. Aquel hombre sin dobleces, afable, diligente incansable y siempre dispuesto a servir a los demás, me dijo una mañana: “cuando disponga de tiempo quiero hablarle de algo muy personal”.

Quedé intrigado con aquella rara expresión de su parte, por lo que una vez repuesto del factor sorpresa, le respondí afirmativamente, solicitándole camináramos hasta la oficina.

Una vez sentados me informó que hacía unas cuantas semanas venía notando una inexplicable y progresiva reducción en su peso corporal, algo que se notaba poco debido a que su figura siempre fue esbelta, sin sobrecarga adiposa. Agregó que unos estudios de imágenes evidenciaban una lesión que ameritaba cirugía. El procedimiento quirúrgico se llevaría a efecto en ese fin de semana y él requería que su amigo presente manejara la pieza anatómica que se le extirparía. ¡Sorpresas te da la vida!; eso diría Rubén Blades.

En mi diario ha quedado registrado el llamado sábado triste, día en que el quehacer científico me llevaba a saborear el cáliz amargo de comunicar una conclusión diagnóstica indeseada a un admirado colega y socio de sueños pendientes. Hombre millonario en la fe y rico de esperanza, enfrentó con valentía el post quirúrgico, para meses después sufrir una dolorosa fractura patológica de cadera.
Hoy el entrañable compañero descansa en su hogar definitivo, desde donde percibimos que nos guiña un ojo, como diciéndonos de manera jocosa: <<te espero, asunto de tiempo>>. Tan pronto me enteré de su partida vinieron a mi mente aquellos versos de Alberto Cortéz que rezan: <<Cuando un amigo se va/ se detienen los caminos/ y se empieza a revelar/ el duende manso del vino>>. Horas después del deceso recibí un mensaje electrónico de un joven que se idenficaba como el hijo de un viejo y gratamente recordado amigo, quien refería estar conmovido con la noticia del fallecimiento del Dr. Andrés Lugo.
Indicaba que permanecía imborrable en su memoria el momento en que a instancia nuestra condujo a su madre al consultorio del maestro Lugo, quien los recibió con su acostumbrada afabilidad y disponibilidad.

La paciente fue operada de un cáncer de mama y varios años después de la cirugía sigue libre de enfermedad.

Expresaba el agradecido profesional que su familia no tenía con qué pagar aquel servicio de devolverle la salud a su adorada madre. Han sido muchas las pacientes, oncólogos, cirujanos, médicos en general, enfermeras y amistades que han testimoniado la hoja de servicio de este hombre ejemplar y generoso quien con humildad y decoro supo entregarse sin reservas y por completo al servicio de los demás, recibiendo como gran premio esa bella emoción que se vive cuando hacemos bien al prójimo.
¡Vaya para Andrés Lugo Vizcaíno un Requiem aeternam! Quienes te tratamos y conocimos no olvidamos esa total dedicación a combatir un mal, al cual paradójicamente sucumbiste.

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