Anécdota sobre Pepín Corripio durante la Guerra del 65

Anécdota sobre Pepín Corripio durante la Guerra del 65

Durante la guerra de abril del 1965 por el retorno a la constitucionalidad y contra la intervención norteamericana, cuyo proceso de lucha duró aproximadamente siete meses, en una zona relativamente pequeña, también se dieron situaciones que hoy pueden ser consideradas, si se quiere simpáticas, como la que ocurrió con Pepín Corripio, dueño de este medio, quien espero no se moleste por hacerlo público. Y como hace tanto tiempo, me valí de otra fuente que me refrescó la memoria y confirmó los datos de que ocurrió de la forma como lo voy a exponer.

Para esa época, el principal comercio de la familia Corripio estaba en la calle Emilio Prud’Homme, cerca del Cuartel de los Bomberos de la Av. Mella, a solo dos cuadras de donde estaba nuestro Comando Beller, en la calle Mercedes esquina Palo Hincado, frente al parque Independencia, en plena Zona Constitucionalista, razón por la cual su padre, pero sobre todo Pepín, se preocupaba por darle vuelta a sus negocios.

Otros comerciantes también entraban con frecuencia a la zona, pero Pepín con mucho más confianza, en virtud de que había sido compañero de colegio de Caamaño, donde incluso se dijo que llegaron a compartir pupitres juntos.

El entrar y salir de la zona le fue creando un ambiente de familiaridad, incluso hasta el grado de compartir con frecuencia manos de dominó con algunos combatientes, que fue precisamente cuando ocurrió la anécdota que les narro.

El caso es que, estando sentados en una mesa, el comandante Pichirilo que estaba jugando, le dijo a Pepín, supongo que en tono de broma, que sería una lástima, pero que cuando se obtuviera el triunfo de la contienda revolucionaria le tenían que confiscar todos sus bienes, porque la causa no podía permitir que los terratenientes y los oligarcas como él tuvieran todas las riquezas. Y Pepín, luego de escucharlo, le preguntó si lo iban a dejar administrando esos bienes, a lo que le contestó que no, porque el gobierno podría hacerlo eficientemente.

Pero luego de la respuesta, Pepín volvió a preguntar, si eso quería decir que lo iban a fusilar, y Pichirilo le respondió que bajo ningún concepto, que eran amigos. Y entonces Pepín le dijo que eso sería error, porque si le incautaban los bienes y lo dejaban vivo, pero sin permitirle administrar esos bienes, se vería forzado a trabajar por su cuenta y en unos cuantos años volvería a recomponer sus riquezas. Y además agregó que, como los revolucionarios decían que buscaban el bienestar del proletariado, él podría servir de ejemplo de progreso, porque provenía de la clase proletaria. Y todos muertos de risa.

Es que en la Zona constitucionalista, aunque había tensión permanente, no todo fue tiros, trincheras y heridos. Mucha gente se acostumbró a una situación rutinaria. Éramos un vecindario grande, pero armados. Casi todos nos conocíamos, y al igual que Pepín y otros comerciantes entraban, algunos que vivían dentro, cruzaban a sus labores al otro lado. Porque como decía Cuquín, somos un país muy especial.

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