Anécdotas parisinas anteriores a la Revolución de 1965

Anécdotas parisinas anteriores a la Revolución de 1965<BR>

Con motivo de mi última entrega, he recibido un buen número de llamadas para que, como actor de primera línea, redacte algunos de los múltiples incidentes que se suscitaron por las deportaciones hechas por el Gobierno Dominicano hacia la capital de Francia después de ajusticiado Trujillo.

Llegué a París en octubre de 1961. Sabía que había un nutrido grupo de dominicanos, sea como estudiantes o como asilados en la ciudad Luz.  El decano y protector de los compueblanos era el doctor Claudio Carrón, prestigioso galeno que había participado inclusive, en el movimiento de la Resistencia Francesa contra las tropas invasoras alemanas, por lo cual fue condecorado.   Otros, como Oscar de la Renta, Fernando “Papo” Defilló, Porfirio Rubirosa eran muy difícil encontrarlos en tertulias de dominicanos.  Sin embargo, conocía al doctor Francisco “Frank” Logroño, Abelardo Piñeiro y Andrés Avelino García.  Precisamente con este último que vivía en un caserón al lado del Cementerio de Montparnasse, en donde está enterrada María Montez y el dictador mexicano Porfirio Díaz entre otros, me sucedió el episodio siguiente.

 A mi llegada a Francia, se desataba una feroz persecución contra los ciudadanos de Argelia por motivos de su independencia. Francia, potencia colonial dominadora al fin, pretendía seguir explotando aquel país del Norte de África. Por tal motivo, la ciudad declaró un toque de queda a partir de las 8:00 p.m.,en virtud del cual ningún ciudadano argelino podía salir a la calle sin ser arrestado. Andresito me citó en la esquina formada por la rue de l’Hambre y el boulevard Edgar Quinet. 

Estando frente a la farmacia que había en esa intersección; era otoño y empezaba a hacer frío y yo acabado de llegar tenía las manos en los bolsillos, cuando de repente, se detuvo una furgoneta de los temibles policías de la CNRS y metralleta en mano nos increparon: “levez les mains”; es decir, “arriba las manos”. 

Yo, que no hablaba francés, me quedé estupefacto.  Andresito con los ojos desorbitados y las manos en alto vociferó: “Co.., levanta las manos o te van a matar”.  Enseguida pidieron la “Carte de Sejour”, un documento rojo en forma de acordeón en el cual se anotaban los permisos para residir.

A mí me habían informado, no salir con el pasaporte, ya que los argelinos podían quitártelo para poder incursionar de noche para poner unas bombas que les decían “plastique” y que a menudo detonaban en lugares públicos.  Por lo tanto, no tenía sobre mí documento alguno. 

Me libré de que me detuvieran porque Andresito, en tanto que hijo del profesor universitario Andrés Avelino había salido y tenía  un pasaporte oficial y les dijo que él se hacía responsable, ya que yo acaba de llegar y no hablaba francés.

La semana siguiente me llegó de visita desde New York,  la prima Leah  Guerrero Castro.  Estando ambos en el restaurante Le Dôme, pasa una manifestación vociferando “Liberté pour Algerie” y me dice, vamos a unirnos.  No contamos, que al llegar a la Gare de Montparnasse había un contingente de policías armados de escudos y con unas enormes macanas que hacían estragos en los manifestantes.

No sé si para suerte o desgracia, ya que me pudo haber roto varias costillas, vino hacia nosotros una brigada de policía montada en enormes caballos y para que no maltrataran a Leah me interpuse, y recibí un macanazo que me dejó sentado en un cafetín que había en la esquina de la rue Montparnasse. 

Leah sabía que a mí no me gustaba quedarme así humillado y me dijo, vamos a enfrentarlos.  Menos mal que venía el grueso de los manifestantes corriendo en dirección contraria y nos libramos de otro posible maltrato y posteriormente prisión o deportación, ya que los que atrapaban si eran de otras nacionalidades, eran deportados.

Si los dominicanos creen que la Policía Nacional aquí era ruda en los tiempos posterior a la muerte de Trujillo, debieron haber visto aquellos CNRS que se suponían ilustrados, utilizar métodos bárbaros donde Trucutú calificaba de aprendiz. 

No se podía ir con tranquilidad a un café o restaurante sin correr el riesgo de una bomba plástica. La diferencia estribó, que aquí eran palos dados por “funcionales” mientras que allá, los golpes eran impartidos por “letrados”, pero al fin y al cabo, uno y otros, simplemente eran: GOLPES.

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