Fue uno de los dominicanos más honestos, de mayor valor y firme carácter, culto, emprendedor y modelo de trabajo constante, intransigente con sus ideales democráticos que le representaron 31 años de acoso, persecución y cárcel pues fue opuesto a la tiranía de Trujillo desde el ascenso al poder del sátrapa hasta que lo ajusticiaron.
Ángel María Liz Núñez, uno de los seres humanos más admirados, querido y respetado por la sociedad, vivió, por su condición de opositor al régimen, con la estrechez que le impuso el haber sido desafecto. Aun así, pudo realizar sus estudios de derecho en la Universidad de Santo Domingo donde se graduó en 1920. Los años que pudo ejercer la abogacía en San Francisco de Macorís, donde fue a residir desde Santiago, donde nació, “le crearon una sólida reputación como jurista”.
Pero prácticamente sobrevivía. “Sufrió prisión, pobreza y ostracismo social y profesional, sin doblegarse su entereza”, escribió el Listín Diario en el editorial que lamentó su muerte.
A pesar de que se inició en la vida pública en 1914, y de sus años de lucha contra la dictadura, en el recuerdo de sus compatriotas está más presente su “mejor gloria”, que fue la presidencia de la Junta Central Electoral desde 1963 hasta su muerte.
Manuel Joaquín Castillo, quien leyó el panegírico frente a su cuerpo inerte, dijo que su obra cumbre fue la formación del Registro Electoral.
También hizo publicar la Constitución, la Ley de Organización Judicial y la revista “Proyecciones”, recopilación de documentos históricos y de grandes piezas de la literatura nacional, que se imprimía con los residuos o excedentes del papel de la Junta. Millares de ejemplares eran distribuidos gratuitamente. Con ello demostraba su profundo amor por la cultura, que promovía.
El citado editorial consignó: “Bajo la presidencia de Ángel Liz, la Junta Central Electoral ha estado rodeada del respeto y la confianza de todos los partidos”.
El Caribe, por su lado, apuntó que “pese a que en los últimos meses su salud se vio muy quebrantada, estuvo hasta casi el momento mismo de su muerte en el ejercicio activo de una de las funciones más delicadas en la maquinaria estatal. Y desde allí dio, hasta expirar, buenas pruebas de carácter y de solvencia moral”.
El magistrado Manuel Joaquín Castillo, miembro de la JCE, relató que el 11 de noviembre de 1963, poco después del Golpe de Estado contra el gobierno de Juan Bosch, fue presidente de la Junta Central Electoral “pero condicionó ese nombramiento a que fueran celebradas elecciones en el curso de los siguientes años”.
Agregó que Liz dedicó todas sus energías a la Junta y el entusiasmo y la capacidad de los últimos años de su vida. “Para él, lo primero era la Junta. No se daba reposo ni limitaba el tiempo cuando se trataba de resolver asuntos de la Junta. Se podría decir, de su Junta, porque ella vivía en su espíritu, en su voluntad, en sus ideas y en lo más recóndito de su corazón”.
Destacó la “labor titánica “que le representó crear el Registro Electoral. “¡Cuántos esfuerzos, cuántas energías, cuánta voluntad creadora puso don Ángel en esa labor titánica!”.
“El sitio” y otras acciones. Ángel María nació en Santiago de los Caballeros en 1890, hijo de José Liz y Dolores Núñez. Comenzó a demostrar su arrojo a los 14 años cuando se integró al grupo que defendía el cerco militar a Santiago, conocido históricamente como “El sitio” o “El sitio de los comeburros”, porque supuestamente en el tiempo del asedio debieron comer carne de ese mamífero.
Le acompañaron en esa acción Rafael Estrella Ureña, Rafael César Tolentino, el comandante Miguel Sánchez, su hermano Alexis, Francisco Castellanos, los generales Goyito Polanco y Pedro María Estrella (Piro), y otros.
Perteneció al Partido Progresista, que presidía Federico Velásquez Hernández, y se opuso al movimiento que el 23 de febrero de 1930 llevó a Trujillo al poder. “Toda la vida fue opuesto a la dictadura y por eso estuvo 14 años preso, incluso en la mazmorra de Nigua”. Fue respetado por Trujillo. No se fue al exilio. Cuentan contemporáneos que nunca quitó de la sala de su residencia una foto de Horacio Vásquez, a quien traicionó el llamado “Jefe”.
Don Ángel estuvo casado con Nimia Sílfides Castellanos, con quien procreó seis hijos: Dolores Luisa, José Ángel. Tamara, Marcia, Roberto y Manuel Alexis.
Manuel Joaquín Castillo exclamó al leer el panegírico que “a don Ángel le distinguieron siempre dos excelsas cualidades: su honradez acrisolada y su espíritu de rebeldía ante la opresión y la injusticia”.
En 1962 trasladó su domicilio a Santo Domingo al ser nombrado secretario de Estado de Justicia por el Consejo de Estado, que lo condecoró con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella.
Su muerte. Al producirse su deceso, el 17 de diciembre de 1973, la funeraria se colmó de dominicanos de todas las clases sociales. También asistieron el presidente Joaquín Balaguer, quien decretó un día de duelo nacional; políticos, funcionarios “y centenares de personas que admiraban su honestidad y gran valor personal”.
“Con la muerte del licenciado Don Ángel Liz muere un varón ejemplar, uno de los hombres más respetables y respetados de estos últimos tiempos en nuestro país, donde no se respeta casi a nada ni a nadie, y donde, ciertamente, no muchos merecen respeto”, escribió el Listín Diario.
Destacó su cortesía y buen humor. “Era un formidable trabajador”.
El Caribe publicó que su partida privó al país “de un hombre íntegro, que dedicó una buena parte de su vida a servir, de cuerpo y alma, a su pueblo, unas veces desde funciones públicas y otras como tenaz e inquebrantable opositor a la tiranía trujillista”.
Manuel Mora Serrano expresó en un artículo que Liz Núñez “creyó en la democracia y por ella padeció martirio y persecución durante 31 años”.