Ángel Villalona con la música en la sangre

Ángel Villalona con la música en la sangre

POR PEDRO F. VERAS
Desde que las vanguardias modernas se establecieron en el país (1965-1970) se manifestaron muchos tipos de eclecticismos tanto en la sociedad como en la pintura ya que cuando  los cambios se establecen  en los artistas  de las nuevas generaciones ocurren transformaciones que marcan la novedad de la historia del Arte en la República Dominicana; movimientos que nos dejan las directrices e influencias tanto europeas como norteamericanas, desde las escuelas hasta los autodidactas.

En su dedicada carrera artística de representar la sublimidad de la música, Ángel Villalona evoca un romanticismo caribeño, como puede verse en su exposición titulada «Con la música en la sangre», en donde se funden los claroscuros con la espontaneidad individualista que lo caracteriza: iluminaciones fuertes y estratégicas argumentando la funcionalidad  de la música en los seres humanos, y los instrumentos son los personajes que entrelazados con texturas visuales, juegan un papel determinante como en sus inicios lo hicieran el gran artista valenciano del siglo XVIII Antoine Watteau (1648-1721) y Jean H. Fragonard (1732-1886) lo que hace que en la obra de Villalona se vea un celaje de lo interno, en el que vibra el deseo de llegar a la meta que a veces se hace distante pero que nunca deja perder la esperanza de llegar a su meta que asume con gallardía.

En la búsqueda de la perfección encontramos un talento brillante que no pierde sus raíces ni su carácter, estableciendo parámetros culturales entre fronteras, deseo y pasión, en el cual es notable la persuasión de las formas orgánicas que hacen una invitación a la sensibilidad y al erotismo cromático.

Siendo testigo de sus instintos latentes, un rococó minuciosamente moderno socio-valorado estéticamente en el raciocinio del espectador y el flujo de las escuelas holandesas.

En la temática de Villalona recibimos una descarga de expresividad cósmica impregnada en el lienzo; Superponiendo la fantasía con la realidad, logrando así ceñir las exigencias de la decoración de un espacio o entorno. La utilización de planos volumétricos da una profundidad sugerida por el artista en el cual la autenticidad fluye como un llamado a lo lírico de la pintura misma, causando una fuga hacia el encuentro de nuevas ideas; envuelto en un cuadro donde no hay limitantes para la novedad.

Podemos ver el romanticismo de Gustave Courbert (1819-1877) entre figurativismo, espacio, tiempo y ludícismo de lo visible. Un academismo manierista con sus ornamentaciones poéticas como lo expresara en su obra pictórica: El oído de Pieter P. Rubens (1577-1640) y Jan Brueghel (1568-1625) deliberarte de su formación en la Escuela Nacional de Bella Artes en el año 2000 y en Altos de Chavón entre sus participaciones de encuentros colectivos en la Quinta Avenida, La Fundación Global entre otros y la accesoria de maestro y artistas que han confrontado su entorno y su trayectoria en el tren del arte.

Sin lugar a dudas estamos observando un Villalona que no solo recibe la apreciación de un publico secular, sino un artista que recibe el respeto de otros artistas por su dedicación y disciplina, que recibirá los galardones por lo que lucha, no siendo uno más que se lanza a ver qué la vida le trae; sino uno que lucha por lo que quiere. La historia del Arte Dominicano no solo verá un cantante, verá un gran artista plástico único y real.

La exposición «Con la música en la sangre» será presentada en el Hotel Intercontinental V Centenario bajo el asesoramiento del promotor de arte José Jiménez.

*El autor es profesor de la
Escuela Nacional De Bellas Artes. E.N.B.A.
Miembro del Colegio Dominicano
De Artistas Plásticos. CODAP

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