Angela Peña – Desnaturalizan el Parque Duarte

Angela Peña – Desnaturalizan el Parque Duarte

Vecinos y asiduos del Parque Duarte están desesperados por la instalación de una barra-discoteca a puertas abiertas que, según han declarado, es una verdadera calamidad. Allí la música es estridente y los bailes son sensuales, a veces escandalosos para los inocentes ojos de niños y niñas que acuden al entorno a recrearse, dicen.

Familias que tienen sus viviendas en el mismo parque, en lo que fue la calle Valverde y Lara, que quedó dentro de la plaza con los trabajos de restauración, anunciaron que preparan una carta para enviarla al Cardenal en su función de Presidente del Patronato de la Ciudad Colonial, exponiendo la zozobra que este negocio ha traído a sus vidas. Allí no se puede conversar porque los discos a todo volumen ahogan las voces de los contertulios, aseveran.

Hasta hace poco, el parque Duarte era un grato lugar de encuentro de personas de la zona y de otros puntos del Distrito que iban a refrescarse intercambiando ideas mientras consumían refrescos, tragos de alcohol o de cervezas frías del expendio de Pablo, un humilde y respetuoso señor dueño de un surtido colmadito en el que ni siquiera hay radio. No había en el área un lugar más frecuentado desde el atardecer y casi hasta las madrugadas. Los bancos resultaban insuficientes para tanto público, por lo que Pablo ofrecía sillas plásticas a los parroquianos que jugaban dominó, cantaban, tocaban guitarra, vendían artesanía, discutían de política, literatura, religión, arte, deportes, se confesaban amores mutuos o se declaraban en un ambiente de paz, disfrutando del clima que proporciona ese espacio abierto y de la belleza de las centenarias edificaciones de los alrededores.

Como no hay en la Capital un escenario tan bello y extenso, gratis, el parque fue ganando popularidad y parece que llegaron visitantes menos puros pues, según informes, Control de Drogas realizó allí varias redadas.

En la prensa se ha criticado, por otro lado, que los jóvenes ocupen para sus cherchas las escalinatas donde descansa la estatua de Juan Pablo Duarte, en donde supuestamente dejan los desperdicios de su consumo etílico.

Estas situaciones, sin embargo, se habían superado gracias al celo de los moradores y de la policía turística de puesto en el lugar. Algunos puritanos criticaban, en otro orden, la presencia de homosexuales y lesbianas en el sitio, lo que es injusto pues casi todos observan una conducta digna, excepto dos o tres que, según manifestaron, se exhiben en la recién instalada barra con sus bailes lujuriosos.

Las autoridades deberían fijar su atención en la secular reliquia que es el parque que rinde homenaje al Padre de la Patria, colocada frente al patriarcal Convento de los Dominicos quienes tienen también allí su residencia, y lograr que se impongan el respeto y la deseada tranquilidad de otros años para que la paz retorne a las familias circundantes y a las que acuden al parque en busca de un respiro, no persiguiendo ruidos ni violencia, mucho menos libertinaje y obscenidad.

Ese es un pulmón para que todo el pueblo, sin importar edad ni sexo, encuentre refugio libre para sobrellevar las crisis, sobreponerse a los apagones y las deudas, distraer el cerebro y la vista, vivir el pasado colonial representando en las vetustas obras, aunque dos o tres inofensivos enajenados mentales, o Lázaro, con su colección de realengos, interrumpan de vez en cuando una charla y un goce que deberán volver a ser como antes: decentes, sanos, en serenidad y calma.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas