Angela Peña – Doña María Ugarte

Angela Peña – Doña María Ugarte

Muchos de los que hoy son consagrados poetas, ilustres escritores, reconocidos periodistas, deben esas condiciones al aliento incondicional, incansable, sostenido, que les ofreció doña María Ugarte acogiendo sus producciones inmaduras, de principiantes, en los Cuadernos Dominicanos de Cultura, en los suplementos sabatinos y dominicales de los diarios en que fue estímulo, incentivo, madre condescendiente, voz hermana que impulsó a quienes entonces eran solamente la exigua proyección de una promesa.

No sólo ha sido maestra con su generosidad espontánea haciendo observaciones, corrigiendo, revisando el texto crudo, incompleto, inexacto, incoherente, inconcluso, defectuoso de un inexperto comunicador en el que ha visto un reportero en potencia. Su prosa, sus esfuerzos, sus afanes, sus acuciosas y profundas investigaciones han sido escuelas sin aulas porque ninguna enseñanza es más eficaz que el propio ejemplo. Ella conjuga la mujer del trabajo sostenido con la exigencia de la profesional que no sólo escribe perfecto sino con claridad y fidelidad irrefutables. Nunca le han desmentido un reporte. Jamás le refutaron una crónica histórica. Es dueña de un estilo limpio, preciso, directo, diáfano.

Vino refugiada española en los 40 y pronto se sintió y la sentimos dominicana. Es dominicana. Asumió este país como el suyo y cuando debió procurar el sustento no reparó en los múltiples y elevados estudios que trajo en sus alforjas de inmigrante republicana. Fue reportera de sucesos ocurridos en los sórdidos barrios capitaleños. Pronto se reconoció su indiscutible talento y reencontró lo suyo: la historia, el continuo estudiar el pasado de esta tierra que la acogió su hija.

Los monumentos coloniales renacieron con sus reseñas mostrándolos en un antes y después que lleva el sello inconfundible de sus empeños y desvelos descubriendo ladrillos y muros, siguiendo el curso de las excavaciones, escudriñando lejanas épocas arquitectónicas, yendo tras el hallazgo arqueológico, buscando remotos pobladores y dueños, volviendo al esplendor original de ermitas, catedrales, iglesias.

Es excelente crítica de arte y literaria. Enciclopedia con los más altos niveles de cultura para hacer aportes humanísticos. Su obra, diversa y aun dispersa pese a los libros publicados, comprende todo género de creación. Es la forjadora espiritual de varias generaciones literarias. Es referencia obligada para comprender origen y desarrollo de la cultura nacional.

La dulce, generosa, pródiga, lúcida, activa doña María abrió las puertas de los diarios en la dictadura trujillista, en el represivo balaguerato, a quienes no les permitían voz ni presencia: los izquierdistas. Dentro de su integridad, dignidad, firmeza, decoro, jamás tuvo cabida un ejercicio de autoritarismo bastardo.

Ella representa un ideal de modelo ético. La República Dominicana siempre tendrá con ella una deuda moral, nacional.

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