Angela Peña – Fernando Morbán Laucer

Angela Peña – Fernando Morbán Laucer

Ha entregado sus años más provechosos al estudio de la historia social dominicana, la investigación arqueológica a riesgo de su vida, la enseñanza universitaria, la difusión de la cultura nacional a través de sus múltiples libros, necesarios, imprescindibles para conocer el pasado indígena.

El conferencista magistral que promovió la República en las largas travesías de sus tiempos más jóvenes, no abandonó el magisterio tras el retiro de su rectorado interino en la UASD, de la que fue vicerrector, o del Museo del Hombre Dominicano, que dirigió durante más de un lustro. Esa vocación del doctor Fernando Morbán Laucer por transmitir conocimientos y experiencias se extendió a su hogar que ha sido aula siempre abierta en la que roba tiempo al trabajo y a la familia para proporcionar datos, compartir información, documentar.

Ha ejercido la práctica odontológica con eficiencia, profesionalidad y ética excepcionales. Es autorizado genealogista de los apellidos de Santo Domingo, sobre todo de los del área colonial cuyos habitantes, calles, casas, describe con admirable precisión, remontándose a épocas lejanas. Por esa diversidad de conocimientos, el profesor Morbán Laucer se ha convertido en fuente obligada de consulta para periodistas, maestros, historiadores.

El contenido de sus obras escritas sobre antropología y arqueología, arte rupestre, petroglifos, ritos funerarios, medio ambiente, osamentas colombinas, entre otras, lo completa en charlas a las que agrega la amenidad de sus ocurrencias.

Este incansable educador e insaciable estudioso no ha recibido, sin embargo, el reconocimiento que merece su entrega. La Universidad Autónoma de Santo Domingo, el Museo del Hombre Dominicano, los odontólogos del país deberían unirse para rendir homenaje al hombre a quien deben tantos valiosos aportes la sociedad dominicana.

El Gobierno debería condecorarlo. Discípulos, amigos, compañeros, podrían ofrecerle, por otro lado, el tributo de su compañía.

Las obligaciones cotidianas, la falta de tiempo, las distancias, impiden a veces el encuentro en el que se demuestran afectos, gratitudes. Don Fernando está medio retirado de las actividades a que los años y el peligro social nocturno le han obligado renunciar. Sería oportuno el testimonio conjunto que le permita comprobar que pese a la ausencia física, aun hay gente que lo recuerda, le agradece, le profesa respeto, admiración, aprecio.

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