Angela Peña – La iglesia en elecciones

Angela Peña – La iglesia en elecciones

La Iglesia Católica dominicana ha desempeñado papeles estelares en casi todas las campañas electorales realizadas a través de la historia. No sólo mediando entre partes enfrentadas, también los curas se han presentado como aspirantes a la presidencia, como el padre Castellanos en 1914 y 1928, y específicos religiosos se han mantenido en “cue”, “setiados”, para entrar en escena y asumir provisionalmente el mando en caso de que una crisis pudiera dejar acéfalo el país.

Pero tanto el alto clero como las bases han pretendido, en determinado periodo electoral, impedir el triunfo de candidatos que no han sido de su agrado. A veces ha triunfado la campaña negativa de los clérigos que no sólo bajan línea a la feligresía advirtiendo personalmente sobre el peligro que para la fe cristiana representa el personaje de su animadversión sino que inician y sostienen discursos públicos, francos, radiados, televisados, escritos o desde el púlpito, acabando con un líder. No siempre, sin embargo, el sufragante ha obedecido el llamado de sus ministros católicos, como ocurrió, por ejemplo, en las primeras elecciones libres tras el ajusticiamiento de Trujillo: Juan Bosch se impuso en la simpatía popular.

Todavía está fresca en la memoria la misa de los capuchinos de Las Mercedes en la que el doctor Peña Gómez, micrófono en mano, completó la homilía de Fray Balbino Pineda quien a pesar de confesarse imparcial, por obligación manifestaba su estado de “shock” por el resultado de los comicios de 1994, comprendiendo la inconformidad del pueblo al que invitaba a luchar levantando la bandera blanca. La actitud mereció una reprimenda del Cardenal Primado que aclaró que los sacerdotes y diáconos podían tener sus simpatías y preferencias pero no debían convertir el púlpito en una tribuna política.

El profesor Juan Bosch, empero, fue el candidato presidencial que más oposición encontró en la Iglesia. Es histórica la leña que le dieron en el 90 por el solo hecho de haber declarado que en un gobierno suyo no llamaría oficial a la religión católica. Monseñor Roque Adames le contestó que eso traería como consecuencia una ruptura con el Concordato y que complicaría el acuerdo existente entre la Iglesia y las Fuerzas Armadas y lo mismo dijo monseñor Arnaiz y Zarandona mientras que Mamerto Rivas invitó al profesor a leerse unos cuantos libritos de religión. Jesús María de Jesús Moya criticó el triunfalismo de los peledeístas y Su Eminencia también dirigió sus misiles a don Juan. Bosch replicó: “Yo no tengo ningún problema con la Iglesia Católica, lo que hay es un problema político entre el Arzobispo y yo, es decir, de parte de él, no de parte mía”.

Muchos recordarán de ese proceso el papel protagónico de monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio participando como observador en el cotejo y verificación de votos, así como el mensaje del Episcopado después que se proclamó ganador al Partido Reformista y la reacción de algunos políticos y analistas que consideraron parcializada la carta eclesiástica.

Toda esa activa actuación de prelados, presbíteros, tonsurados, capellanes, reverendos, párrocos, mitrados, viene al recuerdo tras la lectura de un libro que ha sido poco divulgado pero que es valioso y necesario por la riqueza documental que contiene. Se llama Juan Bosch, Láutico García y la Iglesia Católica, por Víctor Manuel de la Cruz. Es interesantísimo. En la próxima entrega sabrán de él.

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