Angela Peña – Lo que flota en el mar

Angela Peña – Lo que flota en el mar

Una amiga ecologista, alarmada por el daño que hacen al medio ambiente, a las especies marinas, a la salud humana, los desperdicios tirados al mar, a la playa, pide la difusión de este mensaje, que envía por Internet. La fecha es altamente oportuna para reproducirlo: hoy comienzan a salir los bañistas de Semana Santa.

Hay que tomar conciencia.

“Si cada uno de los que recibe este correo y tiene oportunidad de ir a la playa levantara solamente tres objetos de plástico, cambiaríamos la historia del mar. Mucha gente se pregunta: ¿qué puedo hacer yo por la ecología? Cuando llega el verano, los humanos se sienten atraídos por el mar. Las multitudes se congregan en las playas en busca de un contacto con las olas marinas que les produzca placer y descanso. Pero el paso humano deja su huella fatal en las playas de arena. Millones de bolsas de nylon y plásticos de todo tipo son abandonadas en la costa, y el viento, o las mareas, se encargan de arrastrarlos al mar.

Una bolsa de nylon puede navegar varias decenas de años sin degradarse. Las tortugas marinas las confunden con medusas y las comen, ahogándose en el intento por tragarlas. Miles de delfines caen también en la confusión, y mueren ahogados por la envoltura de un emparedado. Ellos no pueden reconocer los desperdicios humanos, simplemente se confunden, después de todo, “lo que flota en el mar se come”.

La tapa plástica de una botella, más dura que una bolsa, puede permanecer inalterable navegando por los mares por más de un siglo. El doctor James Ludwig, que se encontraba estudiando al albatros en la Isla de Midway, en el Pacífico, muy lejos de los centros poblados, hizo un hallazgo espantoso. Cuando comenzó a recoger el contenido del buche de sólo ocho pichones de albatros muertos encontró: cuarenta y dos tapas plásticas de botellas, dieciocho restos de encendedores flotantes que en su mayoría eran pequeños pedacitos de plástico.

Estos pichones habían sido alimentados por sus padres que no pudieron reconocer los desperdicios al momento de elegir su alimento.

El próximo verano, cuando visites tu playa preferida, tal vez encuentren en la arena basura que otro arrojó. No es tu basura, pero es TU PLAYA, puedes hacer algo por ella. Muchos padres juegan con sus hijos el juego de “A ver… ¿quién consigue la mayor cantidad de plásticos?” en medio de una inolvidable lección de ecología. Otros, en silencio, toman un plástico abandonado y lo llevan con ellos a sus casas, lejos del mar. Los verás pasar sonrientes, saben que han salvado a un delfín”.

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