Angela Peña – Los nuevos salvadores

Angela Peña – Los nuevos salvadores

Los estudiosos, cronistas y analistas del acontecer político dicen, repiten, reiteran que en la República no hay oposición ni liderazgo, que el pueblo, el más golpeado y sufrido está aletargado, indiferente, dormido, frío e insensible soportando la cruel realidad de una vida insegura y amarga con todo caro: servicios, alimentos, educación, vivienda, ropa, gasolina, medicamentos, médicos, servicios…

Cuando algunos se atreven a predecir una rebelión espontánea, masiva protesta, que Dios nos libre, esos politólogos aseguran que no va a ocurrir, porque los pueblos no se movilizan sin el llamado de un líder y afirman rotundos que aquí ahora mismo no hay ninguno.

Los frentes que se levantan ante la intolerancia, la terquedad, la obsesión por imponer marrullas, estrategias y francas decisiones continuistas pese al sentir contrario de la mayoría, dicen que se han reducido al ámbito de los comunicados, las ruedas de prensa, las tertulias y las denuncias individuales o colectivas por los medios de comunicación. Se remontan a un carismático político detrás de la llamada poblada de abril del 84, a Peña Gómez, a Francis Caamaño, al coronel Fernández Domínguez en las arengas de la guerra del 65, a Luperón, José Contreras, Gaspar Polanco, Santiago Rodríguez, Benito Monción, Pimentel, Salcedo, Espaillat, Mella, como estrategas de las guerrillas restauradoras.

Esos juicios, provenientes de gente muy entendida en asuntos políticos, han despertado el ego y la ambición de viejos hombres públicos de pasado ominoso que hoy se sienten líderes porque en los años más oscuros del devenir nacional ocuparon posiciones de mando en las que se caracterizaron por el golpismo, la entrega de la soberanía, la enajenación de las riquezas del país, el servilismo con las multinacionales, la corrupción en todos los estamentos de su anacrónico poderío, incluidas fugaces o provisionales estadías en la Presidencia de la nación.

De las crisis como las que vive el país surgen oportunidades y oportunistas que desean pescar en mar revuelto. Aquí sí hay líderes. Sanos, bien intencionados, puros, desinteresados. Algunos quizá no han emergido o salido de sus encierros porque están estupefactos como el pueblo ante el descaro de los que dominan, viendo como se ha deteriorado la sociedad, viviendo tan precarias condiciones de vida. Otros están en el mercado promoviéndose, esperados y aclamados por una masa determinante y significativa que confía en su capacidad de producir el anhelado cambio que demanda esta situación insoportable. El pueblo, sin embargo, debe saber reconocerlos, diferenciar los buenos de los nefastos que ahora se pronuncian queriendo salvar el país que hundieron en sus ominosas gestiones ya caducas. ¿Cuándo esas mentes que hoy se creen preclaras pensaron en el pueblo que explotaron y que ahora prometen redimir del caos?

El dominicano debe ya echar a un lado su proverbial característica de desmemoriado y aprender a retener los hechos del ayer reciente, a conservar en su cerebro los nombres y apellidos de quienes se enriquecieron a su costa, de asesinos, inmorales, “vende patria” a los que jamás les importó su suerte.

El presente es malo, muy malo. Pero hay que saber escoger en brazos de quien arrojarse para salir de esta angustia. Andan muchos salvadores queriendo sacar ventaja del descontento general con la desfachatez de venderse como santos, diciendo que harán ahora lo que debieron ejecutar cuando podían. Hay que tener cuidado. En el afán de querer salir de lo malo sería imperdonable volver a caer en lo que fue peor.

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