Angela Peña – Los perredeístas son perredeístas

Angela Peña – Los perredeístas son perredeístas

En la historia electoral dominicana no se había dado una participación en política tan activa y directa de parte de algunos sacerdotes como en 1962 cuando los principales aspirantes a la presidencia eran Viriato Fiallo, por la Unión Cívica Nacional y el profesor Juan Bosch, por el Partido Revolucionario Dominicano. La campaña de los ministros de Dios era tan franca que se les acusó de cívicos, de actuar como políticos y no como sacerdotes. Acusaban al profesor de comunista por todos los medios posibles al grado de lograr que el PRD se retirara del torneo. “Ser acusado de comunista equivale a una condena moral. Cuando Trujillo, si se acusaba a uno de comunista todo el mundo sabía que eso quería decir que uno era demócrata. Pero ser acusado por sacerdotes católicos de comunista es cosa muy distinta. Por eso el Papa ha prohibido a los sacerdotes acusar a nadie de comunista. Pero algunos sacerdotes de nuestro país han violado esa prohibición del Santo Padre. Con una acusación de esa naturaleza nosotros no podemos ir a las elecciones”, declaró Juan Bosch, el candidato mayoritario.

Ese fue el año de una histórica polémica televisada entre don Juan y el sacerdote jesuita Láutico García, moderada por don Salvador Pittaluga, transmitida el 18 de diciembre de 1962 por Radio Santo Domingo, prolongada hasta pasadas las 2:00 de la madrugada. En el debate, Bosch le tumbó el pulso a Láutico que debió retractarse de la imputación. Al debate le llamaron El Programa del Año y Víctor Manuel de la Cruz, un minucioso investigador histórico poco conocido en el país, porque reside en Estados Unidos, presenta todos los pormenores del hecho en el libro: Juan Bosch, Láutico García y la Iglesia Católica.

En el volumen no sólo se aprecia el celo de los curas por preservar al país de un gobernante ateo y disociador sino la habilidad e indiscutible inteligencia y cultura del profesor que pese a los ataques hasta en retiros y confesionarios infundiendo terror espiritual, llegó “adusto, encanecido”, con la seguridad de su talento y de ser el favorito de las multitudes. “Tenía aparte de la razón básica su prestigio de polemista, buen escritor y hábil también en la argumentación. Es además claro e ingenioso, ágil en su discurrir, sereno”, decía la prensa de entonces en crónica que reproduce de la Cruz. Láutico, quien se presentó acompañado del padre Sergio Figuereo, “lució un poco nervioso”.

El éxito de Bosch en esta acalorada controversia determinó el triunfo de su candidatura aunque después la misma Iglesia se ocupó de influir para derrocarlo con apenas siete meses en el poder.

Si alguien quiere saber el sentido que suelen tener a veces expresiones, frases, vocablos o profundizar en interpretaciones políticas, tiene que leer lo que se aclararon en ese encendido espacio el padre Láutico y Juan Bosch. Pero va a encontrar en el libro, además de aclaraciones semánticas, que el poder de la Iglesia es relativo. En ese tiempo los católicos eran prácticamente todos los dominicanos. Aun así, la Iglesia no pudo variar la simpatía popular, el deseo colectivo. Y hay que ver en esas más de 150 páginas la interferencia del clero para influir en el electorado. El ejemplar, por otro lado, contiene aspectos que sobrepasan el activismo de aquella clerecía, como esta tajante conclusión de Bosch: “Los perredeístas son perredeístas, y primero se dejan cortar una mano antes que votar por los cívicos o por candidatos de otros partidos que no son el suyo”.

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