Angela Peña – ¡Mueran los curas traidores!

Angela Peña – ¡Mueran los curas traidores!

Trujillo estaba profundamente herido, tremendamente enfurecido. La Iglesia a la que había concedido tantos beneficios y privilegios denunciaba al régimen opresor. Tal vez nunca en su larga y ya tambaleante dictadura había reaccionado con semejante fiereza. Los meses previos a su ajusticiamiento, el enfrentamiento con la clerecía fue brutal, aunque los principales atacados, de la forma más baja y grosera, fueron los monseñores Reilly y Panal. El Jefe y sus acólitos organizaron turbas, fingieron mítines de repudio, ocuparon templos, allanaron residencias de purpurados. Desataron una increíble campaña de injurias por periódicos y radio. Quizá no se pensaba que pudiera llegar a tal cadena de insultos y difamación. La iglesia y sus representantes han sido, por tradición, más que venerados. La religión católica era la oficial. Pero Trujillo fue capaz de propiciar contra sus miembros infamias como ésta, publicada en La Nación, de abril de 1961, titulada ¡Mueran los curas traidores!

“En San Juan de la Maguana / hubo cierto terrorismo / siendo cabeza del mismo / una pérfida sotana. / ¡Pobre patria quisqueyana / con padres tan malhechores / sufriendo, ay, los horrores / de perversos sacerdotes! / Y como son Iscariotes / ¡Mueran los curas traidores!

El maléfico Panal / nuevo Sultán de La Vega, / escribió sin poca brega / una Carta Pastoral / y en ella ese desleal / rey de los perturbadores / exhorta a sus seguidores/ dizque a defender la Fe; / pues como claro se ve / ¡Mueran los curas traidores!

Da mucha pena y dolor / que nuestro gran obispado / haya así pisoteado / a la Iglesia del Señor; / ya que nuestro Redentor / no quiere falsos pastores: / su doctrina fue de amores / para el Universo entero. / Que viva el manso cordero / ¡Mueran los curas traidores!

En vez de estar predicando / a su gran feligresía / pasan la noche y el día / solamente conspirando, / pero ya se está mirando / que esos explotadores / no son más que transgresores / de la ley de Jesucristo. / Y por lo que ya se ha visto / ¡Mueran los curas traidores!

¿Y quién se va a confesar / con un cura vagabundo / que sólo está en este mundo / por beber y complotar? / Debemos de rechazar / a estos engañadores / que aquí viven como “lores” / a costa de sus creyentes, / y para bien de la gente /¡Mueran los curas traidores!

El Cura conspirador / debe de ser sentenciado, / y por la calle arrastrado / como vulgar malhechor, / frenar al complotador / evita males peores./ ¡Castigo a los agresores / de nuestro heroico país! / Monjes, NO; Trujillo, SÍ / ¡Mueran los curas traidores!

Como están estos babosos / no está ningún ciudadano, / todo lo tienen a mano / amén de carros lujosos, / pero estos insidiosos / de la Verdad desertores, / sólo son blasfemadores / de raquítica importancia / que viven de la ignorancia / ¡Mueran los curas traidores!

Para acabar las conjuras / en esta bella nación / hay que enviar al paredón / no menos de veinte curas, / ya que todas las diabluras / hechas al país, señores, / fueron sus iniciadores / padres y obispos malignos / y como son tan indignos / ¡Mueran los curas traidores!

Yo creo en Dios y en María, / Madre del buen Salvador/ pero a curita traidor / no le rindo pleitesía, / porque ya la clerecía / está cometiendo horrores / por estos usurpadores / denominados levitas / y como son terroristas / ¡Mueran los curas traidores!

A los curas infernales / es bueno hacerles saber / que aquí no podrán vencer / con bombas ni pastorales / porque los hombres leales / son del Jefe defensores / y serán los vencedores / bajo cualquier situación / pues Trujillo no es Perón / ¡Mueran los curas traidores!”.

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