Angela Peña – ¡Qué mala suerte, Galeno!

Angela Peña – ¡Qué mala suerte, Galeno!

Fernando Luna Calderón (Galeno) está enfermo, solo, desesperado, internado en estado de gravedad en un hospital de Italia. Es un servidor del Estado que dedicó sus mejores años a la investigación de piezas, esqueletos indígenas, enterramientos. El único dominicano antropólogo físico no ha recibido de sus compatriotas una llamada en su lecho desolado. A los que ha tratado de contactar no le han respondido su llamado de auxilio.

Sin recursos, viendo su cuerpo reduciéndose a tal grado que no cabe ya en una silla, ha vendido todo su escaso patrimonio para cubrir los gastos de tratamiento de esa rara enfermedad que le produjo un hongo que ha ido expandiéndose agresivamente por su cuerpo.

La República Dominicana debe a Galeno el resultado de sus descubrimientos en cavernas, de sus estudios óseos, de las identificaciones de los históricos restos de Lilís, en la Iglesia Mayor de Santiago, o de los del Descubridor de América en la Catedral Metropolitana, entre otros, amén de sus enseñanzas y publicaciones múltiples.

Tanto como científico, Galeno es un ser humano maravilloso, sensible y sencillo que muere no sólo destruido físicamente por la bacteria que lo atacó en el Museo de Historia Natural, que dirige, y que fue necesario cerrar por éste y otros casos, sino también por la indiferencia de amigos, colegas, compañeros, discípulos. Del Estado dominicano, que no ha ido en su ayuda aun cuando él enfermó siendo un funcionario.

Galeno no tiene apellidos resonantes. No es “tumbapolvos”, “limpiasacos” o alcahuete. Es únicamente un entregado trabajador que se empeñó a fondo en su condición de antropólogo. Su obra grandiosa está en los libros, los museos, las bibliotecas y archivos nacionales.

El trabajo intelectual no es tan rentable como el político. Luna Calderón apenas pudo adquirir, con esfuerzos y privaciones, una modesta propiedad que ya se comió su patrimonio como el fatídico hongo ha ido consumiendo su vida y su aliento.

Hay recursos para todo lo innecesario, menos para ir en pos de un hombre enfermo, bueno, que fue útil a la cultura, a su país, al que la tristeza ante el olvido de sus hermanos agrava el terrible mal patológico. ¡Qué mala suerte, Galeno!

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