Angela Peña – Vivir en el limbo

Angela Peña – Vivir en el limbo

Se ha puesto de moda la palabra limbo. Se habla de esa zona donde todo está como flotando, indiferenciado, donde no importa nada.

La crisis ya no es sólo externa. No se trata de que no nos levantemos de la resaca de las últimas elecciones o de que se siga rumorando quien estará en cuál puesto. La crisis está tocando fondo en familias, en personas. Se llama a varios amigos y no es extraño oír, a las 11:00 de la mañana, que está durmiendo. La primera vez que pasa se piensa que qué bueno contar con esa dicha de dormir tanto y hasta tan tarde. Grande es la sorpresa al escuchar luego las razones para tantas horas en brazos de Morfeo: “Es que como la luz no llegó ayer sino hasta las doce, tuvo que ponerse a trabajar desde la medianoche hasta las siete de la mañana”.

Las fuerzas laborales, las energías románticas, los hábitos de estudio, las relaciones íntimas, todo tiene que correr detrás del “chin de luz que llega”.

La electricidad se ha convertido en el amigo, enemigo, en ese “obscuro objeto del deseo”. Se maldice o se bendice con su ida o llegada. Nadie permanece indiferente a comprobar si el bombillo prende, si la cisterna –en el caso de que se tenga- funcione, si las cosas bajan o suben.

La energía eléctrica es el primer tema a la hora de explicar lo último que se está haciendo. Las consecuencias de este fenómeno las he explicado en comentarios anteriores: el cabello se está cayendo, la hipertensión se está disparando y todos andan, para seguir mencionando películas, “al borde de un ataque de nervios”.

El dominicano que estrena el siglo XXI se encuentra en estos bordes. Podrá parecer un mal, pero no. Algunos se preguntan sobre la capacidad de los dirigentes nacionales de advertir un mal y de poder administrarlo a partir de la idea de interés –o necesidad- popular.

Más de un experto ha tratado el tema. De repente los ocho millones de dominicanos se han convertido en especialistas de gerencia. Sin embargo, el bombillo sigue apagado y el mundo de los administradores de la República, visto desde la prensa, sigue “su agitado curso”. La electricidad no es la prioridad. La falta de energía eléctrica ha sido “aclimatada” a la mentalidad dominicana. Con que el colmadón o el súper de la esquina tengan sus cervezas frías parece ser suficiente. El que quiera luz que compre un inversor o una planta de emergencia. El pueblo que resuelva buscando una fórmula alternativa. Eso no es problema del gobierno en estos momentos. La campaña electoral ya pasó.

A ver si este tema no es sólo de psiquiatras, psicólogos, economistas, sociólogos y otros estudiosos de las ciencias sociales y la conducta humana. A ver si este mal sempiterno de este país importa realmente a los políticos y a los gobernantes y algún día, de una vez y para siempre, pueda prenderse sin estrés un bombillito, encender el secador, usar la lavadora, activar un abanico, leer, escuchar radio, navegar en Internet… Vivir esa realidad no debe ser esperanza, sueño, ilusión del dominicano, es un derecho que le asiste, es obligación y responsabilidad de los que lo gobiernan, esos que mantienen el país encendido, sacando hasta de donde no hay, cuando aspiran.

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