Angkor,la mitología esculpida en piedra

Angkor,la mitología esculpida en piedra

 Esta ciudad había permanecido escondida durante siglos hasta que fue descubierta por un grupo de misioneros franceses en 1860

En el siglo I d. C., el rey Jayavarman II fundó la ciudad de Angkor, a 300 km. de Phom Penh, actual capital de Camboya. Con una extensión de 400 km2, este conjunto arquitectónico está compuesto por templos monumentales que constituyen una joya del arte hindú. Vencida y saqueada en 1432, la ciudad permaneció escondida durante siglos hasta que fue descubierta por un grupo de misioneros franceses en el  1860. En la actualidad, la naturaleza se ha apropiado de una buena parte de la ciudad sagrada.   

Cuando los hombres confiaban en los dioses, construían con la fuerza de la fe templos casi sobrehumanos, que pudieran dar cobijo a tan inmensos seres, de tal manera que se sintieran cómodos entre los hombres y no causaran desastres en la Tierra. De esta relación con lo sobrenatural surgieron grandes obras de una Humanidad que hoy, más escéptica, se maravilla ante su magnificencia, porque olvida que hace tiempo el género humano quiso elevarse hacia el cielo y en su reto emuló lo divino hasta hacerse más sabio. 

Una de estas maravillas construidas por el hombre de la antigüedad es la ciudad de Angkor, capital del antiguo Imperio Khmer (Jemer), situada en el noroeste de Camboya, a 300 km. de su capital, Phom Penh. Escondida durante siglos en medio de la selva, ha estado totalmente aislada del mundo occidental hasta que en el  1.860, la ciudad más grande del mundo dedicada a los dioses fue descubierta por misioneros franceses.

UN LARGO Y SOPRENDENTE CAMINO

Después de recorrer una interminable ‘carretera’ inusitadamente recta, se llega hasta la población de Siem Reap, que se diferencia ostensiblemente de todas las demás que se encuentran por el camino. Grandes y lujosos hoteles, calles bien empedradas y restaurantes limpios de agradable aspecto contrastan brutalmente con las pobres aldeas de cabañas de madera y palmeras que forman las urbes camboyanas. El turismo ha provocado este pequeño milagro impensable en un país diezmado por las guerras civiles y regionales con sus países limítrofes.

Además, la construcción de un moderno aeropuerto ha permitido a los turistas más sibaritas evitarse el extenuante viaje por unas carreteras trazadas por el barro y el limo y la desazón que provoca la pobreza del pueblo camboyano. Es por todo ello que el turismo llegado desde todas partes del mundo deja sus ingresos única y exclusivamente en este paraíso artificial que sirve de ciudad dormitorio.

Para aquellos turistas más arriesgados, llegar a Siem Reap es algo así como un hecho milagroso. Tras haber recorrido 150 kilómetros en un tiempo de siete horas, desde la frontera de Tailandia, y cuando ya es impensable imaginar que en ese país pueda existir algo que sea cómodo, uno se topa con la sorpresa de que se pueden dejar descansar los maltrechos huesos en un buen hotel a un precio bastante asequible, aunque muchos pagarían el doble por esta exuberancia.

Pero ésta, aunque anecdótica, es la menor de las sorpresas porque a la mañana siguiente uno se encuentra con algo que sí merece el nombre de milagro, Angkor.

Para llegar hasta Angkor, existen dos posibilidades: se puede alquilar una bicicleta o pagar los servicios de un tuk-tuk (motocarro para transporte de personas) o de una moto, en ambos casos hay que regatear duramente el precio con el conductor. Si por el camino ve algún turista de piel excesivamente blanca y con polainas de colores agarrándose fuertemente a la cintura de un indígena motorista con un brazo y con el otro tratando de sujetar su gorra o sus pertenencias, no cabe duda: el conductor no ha quedado contento con el precio estipulado y el trayecto promete ser emocionante.            

El camino hacia la antigua ciudad atraviesa un denso bosque cuya espesura hace difícil pensar en la existencia de construcción alguna, hasta llegar a un largo pasillo empedrado sobre un foso, con enormes estatuas enfiladas a ambos lados de la balaustrada. En el extremo opuesto, una de las cuatro puertas que dan acceso a la ciudad, jalonada por cuatro grandes cabezas orientadas hacia los cuatro puntos cardinales parecen vigilar la entrada, donde uno se siente sobrecogido ante la duda de si la mueca de los rostros es una amenaza o, por el contrario, una amable invitación a pasar.

Sin dejar el medio de transporte elegido y ayudado por un mapa de uso imprescindible, se inicia la ruta a través de Angkor. Múltiples caminos de tierra conducen a través del bosque hacia diferentes complejos arquitectónicos, por lo que resulta muy útil elegir bien las distintas posibilidades, dada la dimensión del lugar.

HISTORIA DE ANGKOR

El origen de esta ciudad se sitúa bajo el reinado de Jayavarman II (810-850 d.C.), fundador del Imperio Khmer, quien comenzó el culto a las deidades hindúes, y su esplendor duró hasta el año 1.225, aproximadamente. El conjunto arquitectónico, que ocupa una extensión de 400 km2, está compuesto por templos monumentales construidos durante este periodo y son una joya del arte hindú.

Entre los siglos IX y XIV, Angkor, la capital del reino de Camboya, se estableció entre los montes Kulen y el gran lago Tonlé y en tiempos de su apogeo llegó a comprender parte de Tailandia, de Laos y del Vietnam actuales. A través de los siglos, los reyes que practicaban religiones venidas de la India (hinduismo y budismo) erigieron templos monumentales de piedra para mantener viva la memoria de su paso por este mundo y honrar a sus dioses. A la ingente labor arquitectónica se unía la inteligente labor de ingeniería, con la creación de complejos sistemas hidráulicos que comprendían depósitos de agua gigantescos, una red de canales, diques y zanjas de desagüe.

Al caer Angkor, vencida y saqueada por los siameses, del Reino de Siam, en 1432, el rey y su corte abandonaron el sitio devastado. El bosque tomó posesión de las ruinas.

Las construcciones de madera, los escritos en hojas de palmera y pieles raspadas desaparecieron, víctimas del clima húmedo y de los insectos.

Iniciada a fines del siglo XIX la lectura de las inscripciones y de las escenas representadas en los bajorrelieves de los templos, los especialistas pudieron establecer cronologías históricas, visualizar imágenes mitológicas, batallas y escenas de la vida cotidiana: caza, pesca, mercados, hábitat. La ciudad había permanecido escondida durante siglos hasta que fue descubierta por un grupo de misioneros franceses en el año 1860. En aquel tiempo, los nativos del lugar habían hecho de los templos sus viviendas y su vida transcurría entre los grandes bloques de piedras y los lagos que en un principio fueron dispuestos para los dioses y los reyes.

Pero al deterioro provocado por esta circunstancia, una vez que fue descubierta la ciudad por los franceses y comprendieron el valor que para los extranjeros representaba, monumentos, bajorrelieves y estatuas fueron expoliados, por lo que muchos de ellos aparecen en la actualidad dolorosamente fracturados, sin rostros o sin cabeza y en algunos de los altares únicamente una base de piedra como recuerdo de que allí se erigió una estatua.  EFE/Reportajes

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